lunes, 22 de febrero de 2016

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

Ángel Vélez Arcos
-Transportista-
 Don Ángel Vélez Arcos pertenece a aquella siempre bien recordada generación de prestigiados choferes que hubo en Chilpancingo a mitad del siglo pasado. 
En 1967, su amigo y vecino, el médico Raymundo Abarca Alarcón lo benefició obsequiándole la concesión de un “Coche Libre”, que en la actualidad se les conoce como “Taxi”. Fue el número 24 y sólo había 26 permisionarios en la capital del estado de Guerrero. En ese entonces, recuerda, cobraban un peso “la dejada”.

Nos dijo que don Felipe Flores fue el propietario del taxi número 1 y don Jesús Flores, su hermano, fue propietario del taxi número 2.
Don Ángel comenzó a manejar vehículos de carga en 1942, transportando mercancía de la ciudad de México al puerto de Acapulco. 
“Yo conocí Acapulco cuando el mar llegaba a la iglesia, no había muelle. Para ir a Caleta, sólo a caballo. Se llegaba por La Aguada, que le decían. Y te quiero decir que tu pagabas diez pesos al ayuntamiento, cercabas un pedazo de terreno y ya era tuyo”.
Don Ángel era propietario de un carro de carga, el número 51 de la línea “El Zopilote”, en el que transportaba mercancía de los comerciantes acapulqueños desde la ciudad de México al puerto guerrerense. Recordó que don Bernardino Tapia (“Nino” Tapia) era el jefe de oficina de esa línea de transporte en Chilpancingo.
Don Eleuterio Vélez Arcos fue papá de nuestro entrevistado. Explicó que la línea de transportes “El Zopilote” fue una sociedad que se integró entre los transportistas y que su señor padre fue el dueño de la concesión del carro 51, que a su vez le obsequió el señor Nahúm Salas, quien trabajaba en la Secretaría de Comunicaciones.
“Así es la vida. A mi papá le obsequió el permiso el señor Salas, por amistad, y a mí el doctor Abarca Alarcón, también por amistad”. 
Don Ángel, en 1982 se retiró del trabajo de taxi debido a que uno de sus hijos, siendo estudiante del segundo año en la Escuela de Derecho, de la Universidad Autónoma de Guerrero, se trastornó. “Gasté mucho dinero pero nadie lo pudo curar, nada más me sacaron dinero y tuve que vender mi permiso y mi coche en mil pesos –que en ese entonces era un millón- para pagar los gastos de mi hijo, pero un día se fue de la casa y nunca supe más de él.
“Yo también me puse mal, estuve delicado de salud, pero cuando me recuperé volví a tener camiones, pero de volteo, y fíjate lo que es la vida, el no ser ambicioso. Alejandro Cervantes, cuando estudiaba él, y el doctor Saavedra y los Ramírez y los Herrera yo ya trabajaba de México a Acapulco, y yo me los llevaba y no les cobraba el pasaje y les daba la comida. Y Alejandro a mí me quiso ayudar, pero me atonté, porque cuando dieron los primeros carros de la Guerrero 200, urbanos, me dijo: Ángel, te voy a regalar un permiso y te voy a comprar el camión y lo pagas como sea. Él me decía, pero yo ya andaba mal con el problema de mi hijo y le decía: No, Alejandro. Y no quise agarrar. Así quedó. Él me estimaba mucho, y después, ya cuando dejó de ser gobernador, dondequiera que me encontraba, se ponía a platicar. Cuando iba a verlo, siempre me recibía, nunca me cerró las puertas. Para mí siempre había tiempo, y nos sentábamos en la banquita y ahí platicábamos. Y me decía: Mira, cabrón, a mí no me digas gobernador ni licenciado, dime Alejandro, acuérdate cuando nos chingabas las canicas, eras bien vago, y es que jugábamos aquí en la esquina de la calle que era Mártires del 2 de mayo.
Lo que sí te sé decir una cosa: que como taxista o como camionero yo he sido un ejemplo siempre, un ejemplo para todas las agrupaciones. Les he dado a demostrar mi conducta y mi limpieza en mi persona”. 
La entrevista la realizamos hace años, cuando don Ángel Vélez Arcos frisaba 84 años de edad y nos dio la noticia: “Me acabo de casar, ayer cumplí cincuenta años de casado, mis bodas de oro, la fiesta estuvo muy bonita. Como aniversario de bodas le regalé un Sentra (coche) a mi mujer y le dije: del color que tú quieras, y escogió un negro, porque fíjate que Dios me ha bendecido por mi honestidad, por mi conducta”. 

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