Héctor CONTRERAS ORGANISTA
LOS SISMOS EN CHILPANCINGO
Desde chamacos, cuando empezamos a sentir los “temblores” por el movimiento sorpresivo del suelo en Chilpancingo, movimientos que después supimos que se denominan oscilatorios, a los que los niños sienten cuando la cuna se mece, o que son parecidos al movimiento del péndulo de un reloj, y trepidatorios, que son cuando el suelo “brinca”, la gente empezó a decir que vivíamos en zona sísmica, es decir, que temblaba mucho y desde siempre.
Se decía que por Chilpancingo pasa la “falla” de San Andrés, que es una especie de franja que viene desde San Francisco, California y que llega hasta la Patagonia, una brecha muy sensible y que cuando viniera el temblor grande, tal vez esa franja que pasa por aquí, haría que parte del territorio guerrerense fuera empujado hacia el mar.
Pasaron los años y los chilpancingueños seguimos sintiendo temblores de tierra muy fuertes que después se llamaron terremotos y más tarde sismos.
En aquellos entonces, para que un fenómeno telúrico fuera denominado Sismo, tenía que ser muy fuerte. En la actualidad a cualquier temblorcito le dicen
Desde chamacos, cuando empezamos a sentir los “temblores” por el movimiento sorpresivo del suelo en Chilpancingo, movimientos que después supimos que se denominan oscilatorios, a los que los niños sienten cuando la cuna se mece, o que son parecidos al movimiento del péndulo de un reloj, y trepidatorios, que son cuando el suelo “brinca”, la gente empezó a decir que vivíamos en zona sísmica, es decir, que temblaba mucho y desde siempre.
Se decía que por Chilpancingo pasa la “falla” de San Andrés, que es una especie de franja que viene desde San Francisco, California y que llega hasta la Patagonia, una brecha muy sensible y que cuando viniera el temblor grande, tal vez esa franja que pasa por aquí, haría que parte del territorio guerrerense fuera empujado hacia el mar.
Pasaron los años y los chilpancingueños seguimos sintiendo temblores de tierra muy fuertes que después se llamaron terremotos y más tarde sismos.
En aquellos entonces, para que un fenómeno telúrico fuera denominado Sismo, tenía que ser muy fuerte. En la actualidad a cualquier temblorcito le dicen