Oración fúnebre ante el féretro
de Ranulfo Rueda, mi padre
Arturo Rueda
Ranulfo Rueda, mi padre, tuvo dos grandes amores y una suprema ambición.
Su primer amor y el más perdurable, el amor por su tierra, Guerrero. Un amor que marcó su trayectoria personal, política, y en los últimos años, periodística, pues tuvo la desgracia de conocer tardíamente su verdadera vocación.
Su otro amor fue el PRI, el vehículo que en su generación era único para los interesados en la participación política. Los años de la transición, las vacas flacas, la época de las derrotas, no lo hicieron flaquear en su romance mientras la mayoría de sus compañeros de generación transitaban de un partido a otro acomodando sus lealtades conforme a sus oportunidades.
Estos dos grandes amores cristalizaban en su suprema ambición de gobernar su estado.
Pero la política es una amante cortesana cruel, que nunca respondió a sus quereres de la forma esperada.
No por ello flaqueó en sus aspiraciones, y aunque tuvo ofrecimientos de crecer en la política nacio