Ambición y política
Apolinar Castrejón Marino
Candidatos, candidotes, aspirantes, suspirantes, ilusos, intrusos, obtusos y muchos cientos de «compatriotas», quisieran «pasar a mejor vida», es decir, obtener algún puesto de elección popular, o un hueso de imposición cupular, como les dicen a los cargos «plurinominales».
Empeñados como están en sus sueños, ni siquiera se detienen a considerar si tienen las prendas suficientes para corresponder al compromiso de una representación social.
Según la fauna dedicada a eso que consideran «la política» los únicos méritos que requieren para ser diputete, senador o gobernador, es gozar de la amistad de un perro grande de tal o cual partido «político».
Tal grado de corrupción y perversidad se debe a los gobernantes, específicamente del Partido Revolucionario Institucional (PRI) que hicieron del poder político, un pastel que se repartían entre ellos. Luego vinieron otros partidos a disputarles el poder y salieron tan corruptos como ellos.
Así, tenemos ahora muchas gentes que con total descaro «se apuntan» para incorporarse como parásitos de gobierno.
Lo notable es que lo hacen como si fuesen unos iluminados, o seres especiales que con solo su nombre y fama los electores se entusiasmarán a votar por ellos.