Cosmos
Héctor Contreras Organista
DOÑA SILVINA PASTOR PÉREZ, MARY, OTI, LULÚ Y… “LA FINCA”
“Para la mujer trabajadora su casa
es un taller, para la floja, una cárcel”
-La Rochefoucauld-
En este espacio deseamos rendir un justo y muy merecido homenaje al grupo de mujeres que con su trabajo esforzado lograron desde hace años dar nuevamente un gran realce a la cocina chilpancingueña.
Ellas son doña Silvina Pastor Pérez, quien como cocinera se lleva los aplausos por su comida exquisita, sabrosa, con magnífico sazón y sobre todo, limpia. Quienes le acompañan en la tarea son varias mujeres, algunas de las cuales se han ido del centro de trabajo, pero otras admiradas como Oti, Mary y Lulú permanecen como vigorosas y entusiastas trabajadores que atienden con esmero, prontitud y buen carácter a la clientela.
Este es nuestro homenaje a ellas y una modesta narración de un restaurante que mucho prestigia a Chilpancingo:
La Finca
La Finca es un restaurante muy popular en Chilpancingo. Se localiza en la calle Nicolás Bravo, en el centro de Chilpancingo. La fachada conserva su aspecto antiguo con portón, pared larga y techo de teja. Elvirita Calvo es su propietaria, con mucha personalidad, iniciativa y de trabajo esforzado.
La Finca, antes de llamarse así, es desde hace años el hogar de la familia Calvo. Era –dicen-una casona con paredes de adobe y techo de teja, como la mayoría de las casas Chilpancingueñas.
Se localiza en la esquina que forman las calles Nicolás Bravo y Juan Ruiz de Alarcón y pertenece al Barrio de San Francisco, uno de los dos barrios del sur de la ciudad. El otro es Tequicorral.
Se dice que donde está el restaurante era establo. Había una casa pequeña que daba a la calle de Bravo y contaba con cocina, corredor, vivienda y un patio amplio con bastantes plantas y macetas..
Ahí vivió la tía Chofi, tía de Elvira Calvo, una anciana muy conocida y apreciada en la ciudad: Era alta, blanca, de pelo lacio y cano con trenza y de carácter recio, duro, hosco. Usaba falda larga, luciendo delantal siempre limpio. Doña Chofi murió hace muchos años.
Se avenía recursos económicos vendiendo mezcal por copa a clientes seleccionados por ella. “No cualquiera entraba a esa casa”, dicen en sus remembranzas algunos paisanos.
Con los clientes, por las tardes, “a la hora del amigo” la señora jugaba baraja, conquián. Además del carácter fuerte y porte altivo era dueña de unos ojos hermosos de los que brotaba una mirada viva, inquieta y aguda, inquisidora.