martes, 23 de febrero de 2016

COLUMNA

Lie to me. miénteme 


Apolinar Castrejón Marino
El año pasado, en la televisión “de paga” figuraba una serie titulada “Lie To Me” (Lai tu mi), que traducida al español es “Miénteme” y tenía como subtítulo “…si puedes”. Se trataba de una agencia de investigaciones compuesta por 4 especialistas en conducta humana, que desentrañaban crímenes y delitos, con solo interrogar a los presuntos delincuentes o infractores.
Los altos estudios y el arduo entrenamiento de los agentes les permitían saber si el entrevistado estaba mintiendo. Con la magia de la televisión, hacían acercamientos a los gestos y mecánica de los músculos faciales de los presuntos indiciados, y con ello, sabían exactamente qué estaban ocultando. 

Obviamente, este equipo de investigadores, estaban positivamente convencidos, que el lenguaje no es el medio de comunicación ideal entre los humanos, y que tienen más significación los gestos, los parpadeos, la dirección de la mirada, la vestimenta, los accesorios, y muchas cosas más que nos identifican e individualizan.
Días pasados, presenciamos en la biblioteca pública, el lamentable espectáculo de unas jovencitas, que con sus risitas, y su tonito de “fresitas”, le pedían al bibliotecario, libros que les “hablaran” de los antiguos mexicanos. 
Y el bibliotecario, quiera que no, llevó a las chicas superpoderosas hasta los estantes donde están los libros, y les dio en mano, unos libros de los aztecas, los olmecas y los mayas. Y todavía les indicó que en ese mueble y los siguientes, había más libros de las demás culturas mexicanas.
Las chicas recibieron de mala gana y con una mueca de decepción los libros. Y aún se alcanzó a escuchar como una de ellas hablando “entre dientes” diciendo “…es que queríamos de los antiguos mexicanos”. 
Póngase usted en al papel del empleado de la biblioteca: cómo hacer para que unas señoritas de 20 años le entiendan que los antiguos mexicanos, eran los pueblos originarios que había antes de la llegada de los españoles: los aztecas en el centro, los mayas en el sureste, los yaquis en el norte, y así otros demás. Esto lo saben muy bien los niños de 5º grado de la escuela primaria.
Minutos más tarde, coincidimos a la salida con las chicas, y no pudiendo reprimir nuestro demonio de metiches les preguntamos qué estudiaban. Grande fue nuestra sorpresa al escuchar que estaban “resolviendo” una guía para hacer un examen de admisión para la UNAM. Y les preguntamos todavía como le iban a hacer para resolver su tarea.
Y nos señalaron a la chica que iba hasta atrás de ellas, que iba consultando su teléfono celular. Ya había abierto el buscador de google, había anotado su pregunta: cuales son los antiguos mexicanos, y ahí estaba la respuesta rápida, exacta, inequívoca. ¿Cuál cree que era? Que los antiguos mexicanos eran los pobladores nativos: aztecas, mayas, olmecas….
Lo triste de este caso, es que esas jovencitas, con tan escaso cacumen, definitivamente no tendran ninguna oportunidad de competir y salir airosas, contra los miles de aspirantes a un espacio para estudiar una carrera en la llamada “máxima casa de estudios”.
Como sabemos (por experiencia propia), los jóvenes son mentirosos compulsivos, y por sistema, fingen, mienten y engañan con la mayor naturalidad. Hace algunos años, era común escucharlos decir que “estaba adelantando materias” lo cual sucede cuando un estudiante muy inteligente cumple el 100 % con su currículum, y que aún le queda tiempo e inteligencia para estudiar otras materias del curso inmediato superior. Eso sonaba muy bien para ser verdad, porque ahora ¿Dónde están esos geniecillos?
Hoy en día, los jóvenes se llenan la boca diciendo que están cursando “diplomados” o “certificando” sus estudios. La pregunta es ¿Para qué? La experiencia empírica nos dice que solo basta aplicarse y obtener buenas calificaciones, que ya se reflejarán en el correspondiente certificado ¿No?
Una falsedad en la que se involucran estudiantes y maestros es aquella de que van a estudiar la preparatoria en 6 meses.  Si bien es reprobable que las autoridades permitan este fraude, es mayor la culpa de los padres que se creen ese cuento, y no obliguen a sus hijos como debe ser.

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