viernes, 7 de octubre de 2011

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

Estando en la antesala de elegir regidores, síndicos, presidentes municipales, diputados, senadores y presidente de la república y teniendo como premisa en nuestro país la arraigada y muy productiva «política del chango», de que todavía tal o cual funcionario no termina su periodo cuando enferma de ansiedad por «saltar» a un puesto que le deje más ganancias económicas, esos políticos son capaces de vender su alma al diablo.
Prometen, ofrecen, ofertan, regalan y se meten en honduras. Tal es el caso de lo ocurrido esta mañana en el cetro de la ciudad de Chilpancingo, sitio al que regresaron, después de haber sido retiradas meses atrás, las señoras que se dedican a la venta de antojitos, particularmente de memelitas de manteca, para lo cual colocan comales con aceite hirviendo donde preparan el producto que venden a los transeúntes.
Ellas llegaron muy temprano a colocar sus puestos al pie de las torres de la iglesia. Poco tiempo después arribaron al sitio los representantes del ayuntamiento, en este caso jefes y empleados de Gobernación Municipal a pedir a las vendedoras que se retiraran. Ellas alegaron que no se irían porque ya un funcionario del ayuntamiento les había dicho que se podrían volver a establecer en el jardín central de Chilpancingo, y que si había algún problema, que le llamaran por teléfono.
Estaban en el alegato las señoras y los de gobernación y ya muchos periodistas tomaban fotografías y otros filmando cuando, de las palabras se pasaron a los hechos y se desató la violencia. Un pelotón de policías apareció en el lugar y sujetaron a la líder de los brazos para llevarla detenida. En ese instante el marido de la señora echó mano de un cuchillo y trató de asestarlo sobre la humanidad de algunos gendarmes vestido de azul quienes lo sometieron, lo tiraron al piso y finalmente cargaron con él rumbo a la barandilla de la policía.
Sin duda que hubo violencia, forcejeo y golpes. Pudo haberse producido un crimen… o varios. Lo que no se duda, y se tienen las pruebas de esos hechos filmadas por el canal 25 local de televisión, porque a eso de las 9:45 de la mañana lo transmitió ese canal con la narración del periodista Martín Martínez Olvera, y ahí se observa que la señora líder de las comerciantes tomó un celular y llamó: «Tú nos dijiste que nos podíamos volver a poner aquí…», se alcanza a escuchar.
Lo interesante de este hecho es que las autoridades y la ciudadanía, la opinión pública sepamos quién es ese «misterioso» personaje que autorizó a las vendedoras que podrían volver a colocarse en el sitio del cual fueron retiradas meses atrás.
No creemos que el alcalde Héctor Antonio Astudillo Flores les haya dado el permiso verbal. Él es el más interesado en que la plaza central se mantenga limpia, aunque sólo a medias, porque no ha tenido el carácter y mucho menos la autoridad suficiente para que el pasillo del pasaje donde se venden periódicos y revistas quede libre a favor de la ciudadanía.
No será difícil para el señor presidente municipal saber quién autorizó lo que pudo haber terminado en tragedia. Suya es su responsabilidad de hacer lo de Poncio Pilatos y desenmascarar a Judas, que le anda jugando cubano.

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