Cosmos Héctor Contreras Organista Hace años, muchos años, cuando no se hablaba todavía de la capa de Ozono como tampoco del cambio climático y el deshielo de los Polos, había ya periodistas, poetas, profesores, estudiantes, amas de casa, niños amantes de la naturaleza que se dolían porque un árbol era derribado. Chilpancingo fue escenario de un crimen horrendo cuando a la pequeña población de los años 40, 50 y 60 del siglo pasado llegaban carros y carros trayendo en sus plataformas gigantescos trozos de árboles cercenados en los bosques de la Sierra Madre del Sur. Es cierto, hubo mucho trabajo para cientos de familias que vinieron de Michoacán y del estado de México a trabajar en los aserraderos guerrerenses cuando el oficio de cortar, aserrar y transportar árboles lo habían aprendido en sus lugares de origen.