Espionaje en Méx. Apolinar Castrejón Marino Estaban sentados a la mesa de aquella taberna, tres hombres. Uno de ellos era comerciante de telas, el otro carpintero, y el tercero sepulturero. Dijo el comerciante: Hoy vendí una fina mortaja de lino en dos monedas de oro. Por tanto, bebamos todo el vino que nos plazca. El carpintero, dijo por su parte: Yo vendí mi mejor ataúd. Además del vino, que nos traigan las botanas más deliciosas. Por no quedarse atrás, ofreció el sepulturero: Yo sólo cavé una tumba, pero me pagaron muy bien. De una vez, que traigan un suculento asado. Aquella noche los tres amigos estuvieron muy contentos y a cada rato pedían más vino, y carne. Los tres amigos salieron de la taberna, casi al amanecer, cantando muy alegres. El tabernero y su mujer, parados a la puerta de la taberna, los miraban muy complacidos. La mujer exclamó, como un suspiro.