La Jaula de Dios Jesús Pintor Alegre Allí estaba el monstruo, observando, con un gesto extraño en su rostro, como impasible, como indiferente, si le dolía algo, no lo parecía. Y a unos metros de él, unos seres insignificantes, cebados y brillantes, llenos de lodo maloliente, peleándose por ser el mejor, o más patético que eso: ser el menos peor. En ese plano de la suciedad, lo menos peor era algo así como una gota menos de lodo, o una capa gruesa de lodo, cubierta con una capa mayor de perfume.