martes, 18 de octubre de 2011

COLUMNA

Cosmos


Héctor Contreras


Héctor Astudillo «ya no tiene que andarse rascando a todas horas»
 
Cuando algún ciudadano muy observador preguntó en reciente ceremonia pública a uno de los ayudantes del presidente municipal de Chilpancingo, Héctor Antonio Astudillo Flores: ¿Por qué tu jefe se anda rascando a todas horas? El personero respondió: «Es que tiene corucos».
Y allá van los reporteros a investigar, encontrándose con la novedad de que una gran cantidad de palomas invadió desde hace tiempo el edificio municipal colocando buena cantidad de nidos tanto en el frontispicio como en los faroles que cuelgan de los techos en los pasillos externos; de ahí que se haya producido el coruco que pronto invadió las oficinas del ayuntamiento, afectando a sus ocupantes.
Algunos visitantes de la plaza central «Primer Congreso de Anáhuac» habían hecho observaciones sobre la presencia de cientos de palomas, que desde hace años habitan entre las torres de la catedral de Santa María de la Asunción. Luego pasaron con facilidad a los techos del viejo Palacio de Gobierno, ahora convertido en Museo regional y de ahí se trasladaron al edificio del ayuntamiento.
Por alguna razón las palomas eligieron como lugar preferencial de sus nidos las luminarias que penden del techo de los corredores que circundan el edificio. De pronto no se les dio importancia, pero al paso del tiempo el sitio fue invadido por olores desagradables, y las esferas que protegen en alumbrado comenzaron a verse sucias, llenas de excremento producido por las palomas. Más tarde comenzó el problema de los bichos que afectó al personal del ayuntamiento.
Una señora de edad avanzada que observaba el vuelo de las palomas comentó que Manuel Vega Memije, Francisco Valdés Medrano y Salvador Amezcua Gross, constructores del edificio municipal de Chilpancingo no imaginaron en septiembre de 1985 que un cuarto de siglo después de haberlo concluido, su obra se llenaría de palomas que afectarían no sólo el frontis del edificio municipal sino las mismas oficinas del alcalde, quien se llenó corucos.
Luego dijo que desde que por enésima vez Héctor Antonio Astudillo Flores regresó a las oficinas de la alcaldía de la capital del estado en calidad de Presidente Municipal, cientos de palomas encontraron como feliz estancia la fachada del ayuntamiento, parte de su azotea y las esféricas luminarias que alumbran los pasillos que rodean al edificio.
En efecto, la presencia de las aves llamó la atención de la gente que por buen tiempo observaron que dejaban sus dañinos excrementos en las paredes del edificio y en las esferas de luz que se llenaban de suciedad producida por esas avecitas favoritas de los magos en sus suertes.
Una secretaria que labora en el ayuntamiento y que pidió no se publicase su nombre informó al reportero que «ya muy molesto por la ´coruquera´ que no lo dejaba trabajar a gusto, porque en todo momento tenía que estarse rascando espalda, brazos, codos –¡codos sobre todo!- y piernas, el señor alcalde ordenó a su personal que se tomaran drásticas medidas al respecto.
Por eso fue –explicó- que el director de Servicios Generales del ayuntamiento, don Héctor Rodríguez Villa al frente de personal especializado en el combate a los corucos, asumió su cometido».
Don Héctor Rodríguez Villa fue entrevistado y enfatizó que «el excremento que producen palomas y pichones es como un ácido que va afectando todo lo que es piedra y fierro». Pero el problema no era solamente el coruco en sí. Hay una mosca «plana» –dijo- producida por esas aves que «afecta mucho a la mujer». No dio detalles.
De ahí que se determinó colocar malla en la fachada del ayuntamiento a fin de que las aves ya no se reproduzcan ahí para evitar contaminación. En la actualidad, palomas y pichones siguen merodeando el edificio pero ya no se posan donde habitualmente lo hacían, porque la malla no se los permite.
La catedral de la Asunción lo mismo que al antiguo edificio del Palacio de Gobierno y después Palacio Municipal, que funciona como museo, también se forraron con la malla tradicional de gallinero, sujeta con taquetes.
«El pichón, cuando hace su nido, produce mucho coruco. A pesar de que se fumigó, el pichón y el coruco persistían», explicó el señor Rodríguez Villa.
Quince mil pesos tuvo que desembolsar el ayuntamiento para comprar malla de gallinero para evitar la presencia de las aves y sus corucos. El trabajo se hizo en quince días y fueron doce trabajadores los responsables de la profilaxis tanto en el edificio municipal como en catedral y el edificio antiguo del Palacio de Gobierno.
-¿Y qué dice el señor presidente municipal al respecto?, preguntamos al funcionario.
«Está muy contento porque ya no le molestan los corucos ni tiene que estarse rascándose a todas horas».
La dama que entrevistamos rubricó diciendo: «Lo más molesto debe ser la comezón en los codos; qué bueno que se acabó con el problema de nuestro Presidente Municipal».

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