viernes, 12 de octubre de 2012

ARTICULO


Pacto De Sangre 


Isaías Alanís

 En  Coahuila un estado donde hubo cambio de estafeta de sangre, porque uno de los Moreira, Humberto, le dejó las riendas a su hermano Rubén de los mismos apellidos. El padre de José Eduardo Moreira Rodríguez, asesinado de dos balazos en la cabeza, el 2 de octubre de 2012, también se desempeñó como Presidente Nacional del PRI. De las desavenencias con el aún ocupante de los Pinos, no le pudo haber llegado la venganza, un segmento de magos en la fabricación de delitos, le apuntan al crimen organizado. En esta parábola de muerte a los intocables virreyes de Coahuila de apellido Moreira, les toco la de perder.

En las coordenadas de la violencia de los últimos meses, semanas, días, Coahuila fue el centro de atención a clientes. Fugas masivas de reos, policías asesinados, desplazados y las rutas del trasiego impolutas. Hay quién dice que el mega operativo llevado por el gobierno federal a Coahuila, fue para que no se echaran la culpa mutuamente del artero crimen, o bien para taparle el ojo al macho.
Ya hay detenidos y arraigados policías municipales de Ciudad Acuña. En tanto el mechero de Bunsen se incendia y la nuera del dolido Humberto Moreira, despotrica en las redes sociales contra el hermano de sangre del ex gobernador, padre del joven ultimado, que actualmente gobierna el estado famoso por la feria de San Marcos y las películas cursis de los años cuarenta del siglo pasado. 
Si fue una venganza del crimen organizado, habrá que comprobarla y hasta dónde los policías de Ciudad Acuña están involucrados, o la llamada recibida minutos antes de su muerte, hecha por un policía fue para advertirle, o para ponérselos de a pechito a los sicarios ejecutores de la orden de «más arriba». Lo cierto es que no fue un ejecutado cualquiera. Este crimen que con cierto rubor escenográfico jolibudense movilizó a la Marina, Ejército, Gobernación, Policías Federales y altos funcionarios de la PGR, se trató del hijo de un político ligado a las filas de Elba Esther Gordillo y casi nada, ex Presidente Nacional del PRI, aliado estratégico de FCH y correligionario, no de sangre, sino de partido, de Enrique Peña Nieto, presidente electo de México.
Este asesinato desnuda las fibras más sensibles y las reglas no escritas del sistema político mexicano, y habrá de poner de alerta a los estrategas de EPN, sobre la salida que le van a dar a este asesinato, que al igual que el del hijo de Javier Sicilia, levantó polvo y costras de sangre, llanto, sudor y lagrimas a mexicanos y estadunidenses.
Y en esta espiral corrosiva la solución no sólo es saber quiénes están detrás del crimen y los ejecutores; no, este es un asunto más profundo que roza la verdadera situación de impunidad, corrupción y connubio entre el crimen organizado y los sistemas policiacos y castrenses de México y Estados Unidos. Las recientes declaraciones de Rafael Cárdenas Vela, alias el «Junior», y sobrino de Osiel Cárdenas Guillén son más que «letales», como lo cabeceo el semanario Proceso: «El Junior afirma que llegó a San Fernando con 10 mil dólares para ofrecer pagos a policías, militares y oficiales de marina, así como a gente de la prensa, la radio y la televisión… Al alcalde no necesitaba pagarle, ya que habíamos financiado su campaña…» (Proceso/30/septiembre/2012).
Este amasiato de intereses entre las bandas bien organizadas de los barones de la droga y la ley, no es nueva, les remito a cualquier libro de Blanco Ornelas donde se da fecha, hora exacta y punto de reunión para negociar entre los capos y miembros del ejercito y policías, así como efectivos de la temida e impune Border Patrol.
Las declaraciones del Junior hechas en Texas, no son la punta del iceberg de esta relación de mutuos afectos entre los barones y las fuerzas de la ley. Lo que habrá de tratar de entender, ¿por qué el hijo de Humberto Moreira, el hermano de sangre de Rubén actual gobernador de Coahuila?
Durante la gestión de Humberto, se endeudó al estado, propició que servidores públicos ligados a él, anden a salto de mata huyendo de la justicia por haber desfalcado las arcas de Coahuila. Otra agravante que se podría sumar a esta fantasmagoría de especulaciones que se han cernido sobre este lamentable hecho, es que tocaron al hijo de un priista intocable, su padre.
Enrique Peña Nieto, debe de poner especial cuidado en este hecho y hacer las lecturas convenientes y acertadas. Si le sigue como Calderón o se buscan alternativas para frenar violencia e ingobernabilidad.
De la reunión tenida entre EPN y FCH, y el mensaje cancelado de Calderón se hacen especulaciones. En esa reunión a puerta cerrada, en donde casi sin maquillaje, el que se va de los Pinos cuya trementina expulsa sangre, le deja la raíz pinolera podrida al priista y da a conocer cifras que sólo hablan de la terrible impunidad y la barbarie del régimen calderonista; «92048 muertes violentas, de estos delitos sólo se penalizaron, 763; y del orden federal, tan sólo 207 y se dictaron 2 sentencias…». Esto es inadmisible para un país de leyes. La numeralia del horror oficial es conservadora. Porque caiga quién caiga, soldados, policías, sicarios y «jefes de jefes», el negocio sigue.
  De los indicios de que había abatido la MARINA a Heriberto Lazcano, Lazcano, fundador y líder número uno de los zetas, el domingo 7 de octubre, a las fotografías dadas a conocer el martes 9, pasaron dos días, en que ejercito y marina, los equipos de inteligencia, demostraron que tienen las manos atadas; «el cadáver fue robado por un comando de la funeraria García en Sabinas, Coahuila. El Universal/9/10/2012). ¿De ser cierto, acaso la marina y el ejercito no custodiaban el inmueble?  ¿Qué clase de juego están jugando las fuerzas castrenses, incapaces de demostrar el mismo domingo que el señor Lazcano era el muerto y no otro? ¿El muerto fue un clon y Heriberto Lazcano, buen estudiante en EU, se retira a la vida civil protegido por la DEA por todo lo que sabe? Sin duda, queda la duda. ¿Es otro pacto de sangre?

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