miércoles, 10 de octubre de 2012

COLUMNA


Oligarquía y crueldad 

Apolinar Castrejón Marino

 «La verdad es esta: durante este gobierno, no se hizo nada en bien de la pacificación del país, sino que la situación actual de la República, es infinitamente peor que antes. La revolución se ha extendido en casi todos los estados». 
«Nuestros campos abandonados, muchos pueblos arrasados y por último, el hambre y la miseria en todas sus formas, amenazan extenderse rápidamente en toda la superficie de nuestra infortunada patria». Aunque usted no lo crea, esta puntual descripción de la situación de nuestro país fue hecha hace exactamente 100 años. 

Se trata de un fragmento del discurso que pronunció el Senador Belisario Domínguez el 17 de septiembre de 1913 en contra de la tiranía del gobierno usurpador de Vitoriano Huerta «El Chacal». 
El nombre de Don Belisario Domínguez está inscrito en El Congreso de la Unión, para recordar a los diputetes y senadores la grandeza de un hombre que ofreció su vida por combatir el abuso de poder, y que denunció ante los legisladores las atrocidades que estaba dispuesto a cometer «El Chacal» para mantenerse en el poder.
Hay más de 43 calles y avenidas con el nombre de Belisario Domínguez sólo en el Distrito Federal, también ostentan tal nombre docenas de  auditorios, edificios públicos, mercados, hospitales y escuelas. 
Hasta existe una Medalla que se otorga el Senado de la República a mexicanos distinguidos, aunque el polvo del olvido ha sepultado las acciones heroicas del legislador chiapaneco. 
Para él no había dudas ni indefiniciones. Victoriano Huerta, era el soldado que se apoderó del poder por medio de la traición, y su primer acto en la Presidencia, fue asesinar cobardemente al presidente y vicepresidente legalmente ungidos por el voto popular, a pesar de que le juró públicamente lealtad y fidelidad inquebrantables.
Don Belisario trató de evitar las atrocidades que planeaba seguir cometiendo el Presidente usurpador, expresadas en sus órdenes: «La Paz se hará, cueste lo que cueste». «Maten y asesinen, que sólo matando a mis enemigos se restablecerá la paz». 
«Ningún problema me preocupa, mi espada y un buen Ministro de Hacienda, eso me servirá para gobernar a un país que despreciaba a Madero, por falta de energía y que había estado postrado a los pies de don Porfirio Díaz, porque este señor había matado demasiado». 
Al Gral. Juvencio Robles, Jefe de la División del Sur le había dado la siguiente orden. «Marche a Morelos. De órdenes de concentración, mate e incendie despiadadamente y acaben con justos y pecadores que, solamente así tendremos paz». 
Para no dejar duda de sus órdenes comentaba: «Para salvar a México, yo nunca he creído que se pueda emplear otro medio que la fuerza bruta. Solo con las bayonetas, sólo con la ordenanza, sólo con el machete, se puede gobernar a México». 
«La justicia tiende a igualar a todos los hombres, cosa que es imposible en México que en cualquier otro país, pues todos los hombres son diferentes y lo serán. El agrario ha servido cínicamente para que los pensadores pierdan el tiempo y para que los imbéciles adquieran prestigio falso».
Francisco Chávez, inspector de policía de Huerta relató a «El Demócrata» el 26 de octubre de 1921 cómo asesinaron a Don Belisario: Gilberto Márquez, jefe de la policía reservada propuso a Chávez la forma en que debían cometer el asesinato
 A las 9 de la noche se presentaron al hotel donde se hospedaba. Lo aprehendieron con lujo de fuerza y en el coche Gilberto Márquez, jefe de la policía reservada, se dirigieron a Coyoacán por la calzada de Tlalpan. Gabriel Huerta, jefe de la gendarmería de a pie y 4 agentes, bajaron a don Belisario a empellones y golpes, para pasarlo a otro coche. 
Se dirigieron al panteón, abrieron la reja para entrar y al llegar a las últimas tumbas el subjefe de gendarmes Tomás Quirós le disparó por detrás impactando en la nuca. Don Belisario cayó a tierra y Quirós ordenó a sus agentes que lo remataran.
Mandaron a traer al doctor Aureliano Urrutia que vivía en las cercanías, para que diera fe de su muerte. Todos sabían del odio que tenía a Don Belisario porque era mejor doctor que él. Y además, como estaba malhumorado porque lo levantaron a esas horas de la madrugada, se le ocurrió cortarle la lengua con la cual había «ofendido» a Huerta, y se la enviaría para desagraviarlo. Le quitaron la ropa y le sacaron todo lo de valor que llevaba, encontrándole $ 15.00, con los cuales pagarían al sepulturero de nombre José de la Luz Pérez.
El asesinato de Don Belisario y la cobardía de los senadores que escucharon insensibles sus discursos de denuncia permitieron la ola de crímenes e injusticia de los mejores hombres de México.
Lic. y Dip. Serapio Rendón, Dip. Néstor Monroy, y Dip. y Prof. Adolfo G. Carrión. Sus manos escurrían la sangre de Gustavo A. Madero, Adolfo Bassó y Solón Argüello. Abraham González, Adolfo Campos Martínez, Pablo Castañón Campo Verde, y otras 25 víctimas pagaron con su vida, no someterse a la voluntad del maniático.
El valor de don Belisario es mancillado en este año 2012, pues si él luchó contra la oligarquía y contra el gobierno corrupto, hoy se ofrece su memoria en una medalla a los hijos de la oligarquía que él combatió. Y deberían darnos vergüenza algunos nombres de la lista de presuntos candidatos a recibir tan elevada distinción.

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