miércoles, 12 de marzo de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

“En diciembre una hermosa mañana, la guadalupana, la guadalupana, la guadalupana bajó al Tepeyac”… Esta especie de letanía, hasta hace poco tiempo se escuchó como la tonada católica que en diciembre, principalmente la víspera del 12 de diciembre, se cantaba en los templos para halagar el ambiente de festejos a la llamada morenita del Tepeyac, la virgen de Guadalupe… 


Pero en la actualidad, en Chilpancingo, esa tonadita sutil y deliciosa se ha convertido en una lacra de infernal agresividad a los oídos ya que en las torres del templo de san Francisco se instaló un reloj que a todas horas hace sonar a todo volumen el mismo sonsonete: “En diciembre una hermosa mañana, la guadalupana, la guadalupana, la guadalupana bajó al Tepeyac”, que lejos de halagar, de alegrar, de hacer sentir alguna paz espiritual se ha transformado en un sonido demoniaco. 
No es posible, bajo ningún argumento, permitir que se esté agrediendo a los vecinos de esa manera. 
Se sabe que las ceremonias o formas de adorar al dios que cada quien prefiera se deben hacerse al interior de los templos y no estar jodiendo al vecindario. 
El mismo Jesús de Nazaret tiene un apartado en la Biblia donde señala que quien quiera orar o adorar a Dios, “entre a su recamara y ore en silencio y no haga como los hipócritas y los fariseos, que se paran en las esquinas de los templos para ser vistos por los hombres”. 
Palabras más, palabras menos pero, ciertamente, como ciudadanos todos tenemos derecho a una vida tranquila y en paz, y los guadalupanos del barrio de san Francisco de Chilpancingo no tienen por qué estar agrediendo y jodiendo con su musiquita “guadalupana” a toda la ciudadanía con el sonido de marras. 
La intervención de las autoridades municipales y de Ecología debe ser de inmediato para poner fin a esa escandalera de quienes administran la capilla del barrio multicitado. 
Una cosa es la devoción, la adoración, la veneración, el respeto y la fe a la santísima virgen de Guadalupe, y otra que unos atarantados y perniciosos “guadalupanos” se empeñen en agredir a la ciudadanía, con la obviedad de que quienes no son católicos y mucho menos guadalupanos, estén obligados a escuchar como martirio “tepeyaquense” la tal “musiquita”.
Lejos de ser un halago como sonido de buen gusto y de acercamiento a la fe católica, y un “amarre” al guadalupanismo, el sonido es tan ofensivo que causa náusea, es abominable y se ha vuelto intolerable.
Llegó el momento de vomitarlo.
Las autoridades deben y tienen que intervenir para poner orden ecológico en Chilpancingo.

1 comentario:

  1. Como le hace para decir tantas pendejadas, no cabe duda que no tiene usted quehacer, lo malo de estar viejo y desempleado.....POBRECITO!!!!

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Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.