martes, 4 de noviembre de 2014

COLUMNA

 De Frente

Miguel Angel Mata Mata

Mictlán
  Éste lunes 3, una vez concluida la Fiesta de Muertos, serán 38 días. Murieron seis estudiantes. Otros 23 fueron heridos. 43 desaparecieron. Cayó una pareja a la que le han endilgado toda clase de calificativos terribles. El cruel, en periódicos europeos: “La Pareja que Baila Entre los Muertos” (El País). Se refieren al matrimonio Abarca Pineda de Iguala. El suplente del edil rindió protesta y, tembloroso, renunció en minutos asustado ante el cabildo que encabezaría. Le dieron miedo.

El gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero solicitó licencia por seis meses. Le suple, en carácter de interino, Rogelio Ortega. Será sustituto para concluir el periodo constitucional cuando el Congreso Local refrende que Aguirre no volverá al cargo. Eso será en abril del 2015. Mientras tanto hay dos gobernadores: uno con licencia y otro interino. ¿Como en El Vaticano con un Papa bueno y otro malo?
El Banco de México dio la nota en la víspera del Día de Muertos: el crimen de Iguala ha impactado a la economía mexicana. La buena imagen ante el mundo de México, y el Presidente Enrique Peña Nieto, se han derrumbado. En el ámbito doméstico hallamos que al fin los turistas chilangos cedieron ante nuestra insistencia por decirles “no vengan”: 40% de las reservaciones por el Puente de Muertos se desplomaron. Habrá una dura cuesta para los asalariados guerrerenses.
En estos 38 días creímos que nuestra capacidad de asombro sería superada. Que no habría nada tan atroz como la muerte y desaparición de los jóvenes normalistas. Esa fotografía de un instante no ha permitido que veamos la película completa: han aparecido fosas con infinidad de cadáveres en Iguala, Zitlala, Cocula, relacionadas con el caso. Hemos olvidado, por un instante, que esos cementerios clandestinos forman parte de nuestra vida diaria.
¿Ya olvidamos las fosas halladas en Acapulco, a unas cuantas calles de la Costera, en la Piedra del Chivo? ¿Cuántos cuerpos hallaron ahí? ¿Las del Metlapil? ¿Cuántos cadáveres encontraron? ¿Las de Costa Grande? ¿Cuántos? ¿Las de Costa Chica, las de La Montaña, las de Chilpancingo? ¿Cómo pudimos olvidar el terror cotidiano?
Hagamos sumas y veremos que los muertos enterrados ahí superan las centenas. No es triste. Es real: nosotros, como la pareja de Iguala, bailamos entre los muertos. Cruel realidad que los partidos políticos, culpables de engendrar y alimentar su convivencia con el crimen y el inframundo que con ellos viene, callen.
EL INFRAMUNDO
La tragedia no es de Iguala. Es de todo Guerrero. Nuestro mundo no es el que vivimos hace tiempo. Le hemos rebajado al inframundo. Ese que griegos y mexicas describen como leyendas, mitos, realidades. Existe. Estamos en su camino, sus riveras. Corremos sus riesgos.
El diccionario de la Real Academia Española define al inframundo como el conjunto de personas que viven de forma miserable con respecto a la sociedad a la que pertenecen. ¿Vivimos así? ¿Nosotros… o nuestros representantes? El DRA dice que inframundo también es el mundo de los muertos y de los espíritus.
Griegos y mexicas consideran al inframundo como el destino de los muertos. Para unos había dos planos: a donde iban los buenos y los malos. Para los americanos no existía ese concepto de maldad que debía ser castigada en el mas allá.
LOS GRIEGOS
El inframundo es un término general que se emplea para describir a los distintos reinos de la mitología griega que se creía estaban situados debajo de la tierra o más allá del horizonte. Los filósofos como Platón, los órficos y los pitagóricos introdujeron el concepto del juicio a los muertos. Los espíritus eran asignados a uno de estos tres reinos: Elíseos para los bendecidos, el Tártaro para los condenados, y el Hades para el resto.
Los muertos entraban al inframundo cruzando el río Aqueronte en la barca conducida por Caronte, quien les cobraba un óbolo (una pequeña moneda). Esta moneda era colocada bajo la lengua del difunto o encima de los párpados por sus parientes. Los pobres y quienes no tenían amigos recorrían eternamente la costa, sin medios para cruzar el río. La otra orilla era vigilada por Cerbero, el perro guardián de tres cabezas, quien cuidaba la puerta de entrada al Hades y se encargaba de que los espíritus de los muertos pudiesen entrar y que nadie saliera. Además, vigilaba que ninguna persona viva entrara al Hades.
LOS MEXICAS
Para los Mexicas la vida y muerte van de la mano. El Míctlan, era uno de los posibles recintos postmortem. Al Mictlán llegaban todos los muertos, sin distinción de posición social, es decir, el grueso de la población, siempre que fallecieran por causas consideradas como "naturales".
Mictlán es el lugar donde habitaban Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los señores de la muerte. Tras una larga trayectoria, los muertos se liberaban finalmente de su "tonalli", una suerte de alma, logrando así el descanso anhelado recibiendo una grata compensación. Al caer la tarde desaparecía el astro Sol desde el horizonte, por lo que cada noche, Tonatiuh bajaba a iluminar el Mictlán.
Nuestra coyuntura nos acerca a la mitología griega: hay pobres que recorren eternamente la costa, sin medios para cruzar el río, en busca de sus seres queridos mientras en la otra orilla del río, Cerbero, el perro guardián de tres cabezas, cuida la puerta de entrada al Hades y se encarga de que los espíritus de los muertos entren y que nadie salga.
Nuestra realidad es Mexica, absolutamente: nuestro querido territorio de El Sur no debiera llamarse Guerrero. Debe llamarse Mictlán, lugar donde habitan Mictlantecuhtli y Mictecacíhuatl, los señores de la muerte. ¿Alguien lo duda?

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