COLUMNA

¿Un telefono es mejor que usted? 
Apolinar Castrejón Marino 


Realmente es muy molesto, cuando una persona se pone a operar su teléfono celular en medio de una conversación. Por más que sea tolerante, si se “la aplican” usted tendrá la sensación de que lo están ignorando o de que se están burlando ¿No?


Pero esta situación se ha vuelto tan común que en los Estados Unidos hasta le han puesto un nombre: "Phubbing" o desaire con el teléfono móvil. Este nuevo  vocablo  proviene de la abreviatura de dos palabras "phone" – teléfono, y "snubbing" -desaire.  Se pronuncia, "fobin".
Una situación muy frecuente es cuando nos encontramos con alguna persona o estamos en grupo, y una de ellas se pone revisar su correo, y su “face”, y notamos que se sonríe mientras ve una fotografía, o lee sus mensajes. Nosotros pensamos que su cara de sonrisa estúpida, vale infinitamente menos que nuestra presencia pero su conducta nos sugiere que solo nos concede la categoría de una mosca.
Lo peor de todo es que esas personas piensan que todo lo arreglan fácilmente con decir "Perdón". El telefóno móvil fue diseñado para acercar a quienes están lejos, aunque hoy parece muy útil para alejar a los que están cerca. WhatsApp, Facebook, e Instagram, para esas personas desagradable, parecen tener mayor importancia sobre quienes comparten una mesa o una conversación cara a cara. 
El correo electrónico, SMS, Vine, Snapchat son la vía de fuga de las personas que no disfrutan nuestra presencia, entonces ¿Porque están con nosotros?
Que patéticos son esos jovenzuelos que envían menajes, fotografías y videos a laguna chica que es de su agrado, y luego, cuando se cruzan por la calle o coinciden en un parque o en la escuela, ni siquiera les dirigen las palabra, pues son víctimas de su timidez. 
Teniendo razón o no, en las escuelas han establecido algunas reglas. A la entrada al salón de clases, los alumnos deben depositar sus teléfonos celulares en una caja. Los recogerá, a la salida o en el “receso”.
En las bibliotecas el reglamento establece que pondrán sus teléfonos en modo “vibrador” para no molestar a quienes están leyendo, y deberán contestar sus llamadas fuera de las salas de estudio… pero nadie hace caso.
Algunos padres de familia han encontrado una solución por demás simple y efectiva. Durante la hora de la comida, o la merienda, apagan el “modem” del internet, y santo remedio.
Es notable que las familias de origen más bajo se presenta esta situación. Como dicen  en el pueblo “El que nunca ha tenido, y llega a tener, loco se quiere volver”. Mientras que en las familias de mejor condición económica opera la ley de la sal: no porque lleguen a tener dinero, le van a echar más sal a la comida.

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