viernes, 7 de agosto de 2015

COLUMNA

Bajo nivel educativo de jóvenes 

Apolinar Castrejón Marino
En este espacio, siempre hemos insistido en la deficiencia de la educación de los niños y jóvenes de nuestro país, pero no es por regodearnos de que anden mal en su formación, sino por ver si se pueden superar a tiempo, las causas del retraso educativo.
Se trata de nuestros niños y jóvenes: hijos, hermanos y parientes de cualquier grado. Se trata del futuro que les espera, si no se hacen profesionistas, si no tienen las herramientas de cultura y entrenamiento para un trabajo, o ni siquiera para convivir civilizadamente.

Ahí están los resultados. Dafne Almazán terminó la primaria a los 6 años, a los 7 la secundaria, cursó la preparatoria en dos años, y a los 10 empezó sus estudios profesionales en el Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Monterrey (ITESM) en la carrera de psicología, en la modalidad “a distancia”, y que está concluyendo en este mes de agosto. No piensa ejercer la psicología, ni atender a pacientes, pues tiene pensado continuar sus estudios de maestría y doctorado. 
Ojalá este caso se repitiera con más frecuencia, pero en la realidad sucede todo lo contrario ¿Cómo está el promedio de los estudiantes?
Después del estrepitoso fracaso de la prueba ENLACE, las autoridades educativas han instrumentado el Plan Nacional para las Evaluaciones de los Aprendizajes (PLANEA), que por primera vez se aplicó en el país, con la cual se obtuvieron resultados desfavorables: ocho de cada diez alumnos que terminaron el bachillerato tienen serias dificultades para resolver operaciones aritméticas.
Sólo pueden efectuar operaciones básicas con números enteros, pero no son capaces de realizar operaciones con fracciones o porcentajes. Como ya sabemos, en el área de la comprensión lectora, cuatro de cada diez son incapaces de comprender un texto. El subsecretario de Educación media superior, Rodolfo Tuirán, los llama piadosamente “aprendizajes insuficientes”, y define el problema como “una proporción significativa que no se acerca a los estándares” (¿?).
Estos jóvenes tratarán de ingresar a la educación superior, y es ahí donde enfrentarán “su realidad”. O como ellos mismo dicen: “Van a ver de qué están hechos”. No serán aptos de manejar conocimientos complejos o especializados, relacionados con sus carreras, y entonces harán el recorrido ya sabido: reprobación, ausentismo y finalmente, el abandono de sus estudios.
Y entonces, podemos preguntar: ¿De qué les sirven las nuevas Tecnologías de la Información y Comunicación (TIC)? Desde la secundaria, los niños exigen su lap-top o ya de perdida su Tablet. Y se pasan en ellas largas horas del día y de la noche ¿Qué están haciendo?
Bueno la situación es muy clara: se la pasan jugando, chateando o curioseando. Luego entonces, para ellos, la computación y el Internet son un juguete. La generación anterior a esta, hacía sus tareas y demás trabajos escolares, en un promedio de 2 horas. En la actualidad, los niños y jóvenes se pasan un promedio de 4 horas. Esperábamos con las nuevas herramientas realizaran sus actividades más eficientemente y menos tiempo.
Pero no todo está mal.  6.4% de los estudiantes evaluados, obtuvo un nivel destacado, porque sabe leer e interpretar gráficas, y se detectó que en lenguaje y comunicación, y matemáticas, los jóvenes que estudiaron en los bachilleratos incorporados a las universidades autónomas, (excepto la UNAM, porque no participó), obtuvieron los mejores resultados.
Como siempre, se detectó que los estudiantes originarios de lugares con alto grado de marginación son los que tienen más deficiencias de aprendizaje, comparado con los alumnos que viven en otras zonas más favorables. Este es el pretexto ideal del rezago educativo, la pobreza.

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