martes, 6 de octubre de 2015

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 ¡Ajúmala calentano, no;
tampoco de céfiro es la colina! 
Cierta ocasión en el restaurante Zirahuen, propiedad de El Chamuco, célebre músico que llegó en un circo a Chilpancingo donde se quedó para siempre, José Agustín Ramírez se reunió en un convivio con varios bohemios entre quienes se encontraba el profesor Cirilo Silva a quien la palomilla apodaba El Patín, nacido en Chilapa y quien tocaba muy bien la guitarra.
 Varios amigos departíamos la riquísima botana que se preparaba en ese lugar, localizado sobre la avenida Guerrero, muy cerca de la casa donde nació otro artista, Domingo Soler. 

Llegó Fernando Rosas, en quien hay que reconocer que tenía un vozarrón, y para ese entonces como cantante era ya una celebridad en la ciudad de México.
 Maestro Agustín, quiero decirle que ahora sí ya me aprendí sus canciones, dijo Fernando Rosas al compositor, y  comenzó a cantar. 
 Al terminar un par de versos de una canción de José Agustín Ramírez, Fernando Rosas exclamó: ¡Ajúmala Calentano!
 En ese momento, muy enojado Agustín Ramírez se puso de pie y aventó el plato de la botana: ¡No Fernando, yo jamás en mi canción escribí eso de ajúmala calentano! 
Pasados unos minutos y gracias a la intervención de los ahí reunidos se calmaron los ánimos, y como para que se olvidara el incidente,  El Patín, Cirilo Silva comenzó a cantar Por los Caminos del Sur.
 Pero de pronto, en un verso, en lugar de decir: “el céfiro en la colina”, dijo: “De céfiro es la colina”.
 ¡Por favor, Cirilo, eres profesor!, ¿cuándo has visto que una colina esté hecha de viento?, reclamó nuevamente muy molesto el maestro.
 En ese tiempo José Agustín Ramírez era objeto de muchos corajes por la tergiversación que se hacía de su obra  musical.
 La Secretaría de Educación Pública cambió la letra de su canción Madre Querida: Loada seas santa mujer. 
 La SEP no respetó la letra original que es: Bendita seas Santa Mujer, ¡porque la iglesia se enojaba!
 “Mi madre es una Santa Mujer, y se tiene que decir Santa Mujer, porque la madre de uno es una santa”, increpaba el fecundo compositor guerrerense.  
(Comentario del periodista don Alberto Ruz Guevara hecho a Héctor Contreras Organista el día 29 de noviembre de 2005, en el centro de la ciudad de Chilpancingo).  
FERNANDO ROSAS CON LOS TROVADORES DE MÉXICO Y GUITARRAS 
No había hogar guerrerense que al finalizar la década de los años 50 no tuviera un disco con las canciones de José Agustín Ramírez, cantadas por Fernando Rosas.
 Gracias a la compañía disquera RCA que grabó la más importante producción musical guerrerense de que se tenga memoria, logró conocerse en todos lados la música del maestro José Agustín Ramírez Altamirano, cantada en forma extraordinaria por Fernando Rosas.
 La portada que produjo discos CAMDEM (un productor de RCA Victor) aportó una fotografía donde aparece el cantante de San Jerónimo “El Grande” ataviado con un sombrero calentano y un gabán guerrerense, estampa que dio la vuelta al mundo y quedó fija en la mente de los paisanos de los dos gigantes de la canción suriana: Ramírez y Rosas.
 En el lado 1 del Disco Long Play de 33 revoluciones por minuto se grabaron las siguientes canciones: Acapulqueña, La Callejera, Linaloe, Por los Caminos del Sur, San Marqueña y Mañanita Costeña. En el lado 2, las siguientes canciones: Caleta, Camino de Chilpancingo, Ometepec, La vida se nos va, El Toro Rabón y Atoyac.
 La empresa grabadora, en la presentación del disco anunciaba la reciente partida hacia la eternidad de los dos inimitables artistas guerrerenses. El acetato seguramente rebasó el número de ejemplares en su edición inicial porque al paso de los años se convertiría en la más importante joya musical de los guerrerenses.
 “Una voz que se quedó en el tiempo… Fernando Rosas… El destino no quiso que este gran artista guerrerense siguiera su carrera de éxitos totales y la cortó de pronto, pero en su majestuosa tierra y en el ánimo de miles de corazones, quedaron para siempre sus canciones, su forma inigualable de decirlas y su integridad absoluta de amigo inolvidable…
 “Sanmarqueña”, “Caleta”, “Acapulqueña” y otras más irán hasta usted como un rosario de recuerdos queridos en este disco de larga duración RCA Candem que paradójicamente, Fernando Rosas hiciera por última vez como un homenaje a su amigo y paisano Agustín Ramírez al saberlo perdido, sin pensar entonces que muy pronto habría de seguirlo…
 Vaya entonces como un postrer tributo de admiración y cariño, este álbum que lleva en su contenido el arte inolvidable de estos dos grandes artistas mexicanos que no por haber tenido la desgracia de irse de nosotros dejan de señalarnos su presencia amable”.
 Si bien es cierto que al paso de los años, cuando las nuevas generaciones de guerrerenses caminan ya por el sendero de la primera mitad del nuevo siglo, José Agustín Ramírez y Fernando Rosas siguen siendo admirados, analizados, aplaudidos y más queridos que antes porque con esa grabación le dieron identidad musical a Guerrero.
 Por todo  lo que vale la inspiración de Ramírez y la interpretación de Rosas, no podemos menos que agradecer a RCA esa visión y acierto que tuvo para que la música de aquellos años quedara impresa y fuera conocida por los nuevos habitantes de nuestro entrañable solar suriano.  

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