viernes, 22 de enero de 2016

COLUMNA

                                           
Las adicciones, hoy

Apolinar Castrejón Marino

 Don Paco es un señor de 60 años, jubilado, de buena salud, y con una buena formación académica, que mantiene el hábito de levantarse temprano y arreglarse para salir de su casa, como si aún fuera al trabajo, como lo hizo durante 30 años.
Pero Don Paco ya no necesita ir a la oficina, cada mes cobra su pensión tranquilamente ¿Entonces? Diariamente, a las 9 de la mañana se acomoda en una banca del jardín del centro, a un costado del zócalo. Se acomoda convenientemente para mirar cuando abran el “cyber” de la calle aledaña. 
Una vez que abren, entra y cortésmente saluda al joven dependiente que atiende el servicio de computación. Por ser el primer cliente, tiene la oportunidad de escoger qué máquina va a utilizar. Él ya sabe por experiencia, cuál máquina trabaja mejor. 

Y ahí se pasa varias horas, consultando su correo electrónico, viendo las noticias, y sobre todo navegando en su “Facebook”. Aún en días lluviosos, o aunque haga mucho frío, Don paco no interrumpe su rutina. 
Platicamos con él para saber porque hace esto, y nos dijo que él necesita estar informado, y que hay gente con la cual se comunica regularmente. Le planteamos que cuando no hay internet, ya ve como a veces se desconecta, o no hay luz, y nos dijo que entonces la pasa muy mal, que está muy intranquilo, y que le duele a cabeza de preocupación.
Adela es una chica que estudia la preparatoria. A sus 19 años, la mantienen sus padres y le costean sus estudios, entonces, ella tiene tiempo de sobra para “vivir su vida”. A pesar de ello, hay algo que no le agrada: no es rica, no es bonita, ni “popular”, ni tiene amigos ricos.
Pero todo lo arregla en su “Facebook”, donde tiene muchos “amigos”, a los que les cuenta que sus papás tienen mucho dinero y que le costean viajes y vacaciones a los destinos turísticos más importantes como Can Cun, Manzanillo y Los Cabos. 
Les cuenta que cuando era chica, la llevaron varias veces a Disney Word, y que ya más grande la llevaron a Las Vegas, y a Nueva York. También les manda a sus amigos, fotografías de cuando anda de “Shopping” y cuando los fines de semana se va al “Spa”. 
Pasa largas horas arreglando sus fotografías con “FotoShop” y haciendo fotomontajes, para simular que ha estado en lugares que ni remotamente conoce. Y también le planteamos que qué hace cuando su prima no le quiere prestar su Lap-Top. Entonces dice que se pone como loca y que la invade la depresión, que maldice a todo el mundo y que llora por nada.
La intemperancia es la incapacidad de moderar los apetitos, de modo que se puedan convertir en adicciones, superando a la razón del individuo. Las más comunes son el alcohol, el tabaco, y la comida. Y aunque usted no lo crea, hay gente adicta al dolor y al sufrimiento, mientras otros son adictos a la subordinación, o sea que solo hacen algo que les manden.
Lo más común es la gente aficionada a los fármacos, y las drogas estimulantes; y las drogas pueden ser estimulantes o depresoras. Pero también hay adicciones ocultas, que aunque no se manifiestan expresamente, son tan reales y peligrosas, debido a que la intemperancia es solo un síntoma de cierta debilidad de carácter, y quien la padece, se siente en un mundo hostil, pues su adicción está primero que cualquier otra cosa.
Lo contrario es la templanza, que significa una gran ventaja competitiva. Y aunque usted no lo crean hay gentes que tienen adicción al dolor, y al sufrimiento. Y ahora hay la adicción al Internet, como los dos casos con que iniciamos este comentario. 

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