martes, 6 de diciembre de 2016

ARTICULO

 El Empanadero Virtual


 Juan López
 Fue invitado de honor al Informe del gobernador Héctor Antonio Astudillo Flores. Cinco millones de visitas en los muros virtuales garantizan que su entrevista en la playa es un video viral de rápida propagación. Francisco Orihuela sorprende porque apenas tiene de edad quince años. La gente ignora que a los quince, Amadeus Mozart era ya un virtuoso en los salones imperiales. Que también a  los trece Louis Bradley había ya articulado el alfabeto bajo relieve que lleva su nombre y es hasta la fecha la única manera de que los invidentes puedan acceder a la gramática digital. Narciso Mendoza es otro fenómeno infantil: el niño frisaba doce años cuando empuñó la candela para disparar el cañón en el sitio de Cuautla y salvar al ejército de Morelos, asediado por Callejas.

Por eso muchos se espantaron cuando el precoz empanadero de las playas rechazó la oferta de Arturo Elías Ayub, testaferro de Carlos Slim. El sicofante de Telmex ofreció beca para estudios y empleo a fin de que el “mercadólogo” más grande del mundo se incorporara al territorio Telcel y lo hiciera crecer aún más si esto fuese posible. No llevaba sino interés cicatero el compromiso de Ayub. Poco le importaba si el infante se transformaba con el tiempo y su lucidez, en un arquetipo del comercio universal o si sus empanadas asoleadas por la ventisca playera, llegan a ser, apadrinadas por empresas como Bimbo o Sanborns, la marca de una golosina que se expenda por millones de unidades en toda la aldea global. Imaginar un espejismo no se les ocurre.
Aún tiene Francisco Orihuela la oportunidad de patentar sus empanadas. De obtener identidad de registro -idem: gansitos marinela, sabritas, pingüinos-, a fin de tutearse con los magnates de alta dimensión mercantil y ser socio, y no subalterno. Iguales en riesgo y ganancias. Si a los quince años puedes operar tu propio aparato de producción y consumo, a los cincuenta tienes que ser lo autosuficiente para capitanear una empresa de alto rendimiento nacional.
Si supiera la gente cómo comenzó su imperio Walt Disney: jugando con la suerte escaramuzas. El Pollo Feliz es una cadena de frituras establecida en  México con más de un millar de expendios, manejada por un empresario que antes de llegar al pináculo de su negocio, fue un modesto tarahumara escaso en dinero, pero eso sí ahíto de esperanza y sueños.
A los que se sorprendieron porque el empanadero  ambulante despreció la oferta del magnate telefónico tienen en la historia antigua un hallazgo de la autosuficiencia: cuando a Diógenes en Atenas -tres siglos y medio AC-, llegó  Alejandro Magno impresionado por la fama del filósofo que vivía de acuerdo a la naturaleza y sin ningún otro accesorio, recibió como respuesta: “Quítate que me tapas el sol”, después de que el Conquistador quisiera ayudarle para separarlo de su condición de indigente.
Sólo las almas libres tienen la capacidad de renunciar a cualquier abono que les ofrezcan para cambiar su identidad personal. Ser libre es la gran condición suprema de los seres humanos especiales. No cualquiera lo es. Otro de casta semejante lo fue el Cid Campeador: desechó del rey ibérico las galas de ser e incluirse como parte de la nobleza imperial por sus dones bélicos y heroicas hazañas; prefirió la intemperie pueblerina, donde tenía que lidiar con aquella morralla de harapientos que integraban la hez de los excluidos en España. De ahí le valió el mote de ser tan grande que podía despreciar a un rey y darle de tomar agua a un leproso.
Entendamos que Jean Paul Sartré  -autor de La Peste, La Nausea y otros-, le dijo NO al Premio Nobel de Literatura: creyó que la solemnidad de los vítores y las alabanzas monárquicas no eran de su ralea. Marlon Brando, ese grande de Hollywood no se presentó a recibir el Óscar que la Academia le había dado por una de sus magistrales actuaciones. Recriminó que el gobierno no tratara bien a los naturales, originales dueños del territorio norteamericano, por ello la estatuilla en prenda pagó el desdén del actor. También fue El Ché Guevara quien no aceptó de Fidel Castro el Ministerio de Economía que en Cuba se le había asignado. Lo suyo, alegó entonces el Ícono, era la Revolución y marchó rumbo a las montañas  de  Bolivia a encontrarse con el sacrificio. La muerte: lo más parecido a abandonar un vicio. Lo sabía.
Francisco Orihuela Ramírez el panadero virtual no ha sido el primero y tal vez no sea el último al que le parecerá poca cosa la felicidad. Sí, la felicidad pero entendida ésta como la quincena segura, con antigüedad garantizada, hábitat protegido, jubilación perdurable, la despensa y vacaciones en agenda: futuro sin emociones ni  inquietudes, sin carácter ni excitaciones. Lánguida la vida, apacible, feliz, carente de fortuna, aventuras y ritmo pasional ni amores que surgen cargados de adrenalina en los terremotos del corazón donde los hombres o las mujeres -maldita sea-, no son correspondidos.
Los ciudadanos del mundo. Los capitanes que se hunden con su barco en el naufragio. Los libres, los independientes, los autosuficientes, los completos, los enteros. Esos, no se arrepienten.
PD: “El dinero no es la vida: es tan sólo vanidad”: Luis Arcaraz.

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