viernes, 25 de agosto de 2017

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
LA FERIA DE CHILPANCINGO
El acontecimiento más importante que anualmente une a los chilpancingueños en algarabía popular es La Feria de San Mateo Navidad y Año Nuevo que se realiza oficialmente en la capital del estado de Guerrero desde 1825, es decir: 24 años antes que nuestra entidad se erigiera como Estado (cuando pertenecíamos al Estado de México) y 12 años después de realizado el Primer Congreso de Anáhuac; aunque nadie pone en tela de duda que sus orígenes se pierden en la noche de los tiempos.
El evento consigue innumerables datosE derivados de exhaustivas investigaciones que han realizado acuciosos paisanos, señalando que comenzó en una explanada que fue conocida como Los Terrenos de la Virgen, localizada en la parte norte de la iglesia de Santa María de la Asunción, en los festejos de agosto, dedicados a la Patrona de Chilpancingo.
Hay también quienes refieren que la feria tuvo sus orígenes en los festejos septembrinos en honor de San Mateo, pero que debido a la época de lluvias, la celebración se trasladó al mes de diciembre, llevándose a cabo en el corazón del barrio del mismo nombre.
La Feria de Navidad y Año Nuevo, desde entonces, giró en torno al nacimiento del Niño Jesús, desarrollándose desde la noche del 24 de diciembre y hasta el día 6 de enero con la tradición de la llegada de los Reyes Magos, pero anticipando su anuncio con el cada día más popular Paseo del Pendón que lo comenzó a hacer el pueblo un domingo antes del 24 de diciembre con un recorrido de todas sus danzas por las principales calles de Chilpancingo, rememorando un acontecimiento de 1813, antes de la celebración del Primer Congreso de Anáhuac, cuando don Mariano Matamoros llegó a Chilpancingo y se le recibió enarbolando un pendón, según apuntan los historiadores.
Inicialmente la Feria de San Mateo Navidad y Año Nuevo de Chilpancingo fue un festejo religioso en el que jugaron papel importante para su preservación las mayordomías, particularmente las del Barrio de San Mateo, que eran los organizadores principales y donde solamente algunas casas comerciales locales intervenían apoyando con vestuario a los danzantes.
La participación del pueblo católico de Chilpancingo fue fundamental, porque algunas familias conservaron los libretos que de Europa trajeron algunos frailes que pasaron por estas tierras y enseñaron villancicos y letanías para la realización de una ceremonia singular, en la que los protagonistas principales fueron los niños, ceremonial halagador en que con dulces cánticos se acostaba al niño Dios en los pesebres hechos de heno, llamados “Nacimientos” o “Belenes” de los templos y en muchos hogares, tradición mística que siglos atrás inició San Francisco de Asís, en Italia.
En la década de los años 70, el jardín del Barrio de San Mateo fue insuficiente para albergar las instalaciones de la feria debido al crecimiento de la población y al extraordinario número de visitantes que acudían al festejo de diciembre. Por ello fue que el presidente municipal de Chilpancingo, don Elías Naime Némer determinó que el festejo se realizara en la Alameda “Granados Maldonado” y tiempo después en un baldío localizado frente adonde se encontraba erigida la Estatua a Morelos; años más tarde se realizó en las instalaciones deportivas de la Universidad Autónoma de Guerrero.
Fue el gobernador don Alejandro Cervantes Delgado quien con su gran cariño y amor a las tradiciones guerrerenses y particularmente para las de su tierra Chilpancingo, con peculiar entusiasmo dispuso que fueran los terrenos que ocupaba el Vivero “Chilpancingo” donde se asentaran las instalaciones de la feria, con locales acondicionados, incluyendo una plaza de toros y ofreciendo el mayor número de servicios posibles para comodidad de los visitantes. Ahí se inició otro gran atractivo para deleite de las familias guerrerenses, el Teatro del Pueblo, que desde entonces se le bautizó con el nombre del valioso poeta costachiquense, Rubén Mora Gutiérrez.
Otra innovación del festejo popular fue el recorrido que hacía el Pendón. A sugerencia de don Alejandro Cervantes Delgado, la columna integrada por danzantes, carros alegóricos, charros, etcétera, siguió partiendo del jardín de San Mateo, pero ahora, tocando en su recorrido los cuatro barrios tradicionales a los cuales, al paso del tiempo se sumaría el quinto barrio, el de Tequicorral, más algo extraordinario: La participación de las danzas más representativas de todas las regiones del estado de Guerrero, con carros alegóricos, bandas musicales, exposición de cocina y artesanías. Comenzó a realizarse el Concurso “Señorita Flor de Noche Buena” e instituyó que ya no fueran las mayordomías de los barrios, sobre quienes recaía la pesada carga de organizar el festejo sino que estableció un Patronato organizador quien se encargaría de preparar y administrar todas las actividades concernientes al festejo.
El primer presidente del Patronato de la Feria de 1982 fue el apreciado chilpancingueño don Guillermo Villalva Ruiz, quien con su equipo de colaboradores y el apoyo de la comuna en pleno de ese entonces, que presidió el ingeniero Carlos León Román, cristalizaron con éxito la idea del gobernador, actividad que habría de repetirse durante todo el periodo de su administración gubernamental.
Tiempo después fue necesaria la construcción de una plaza de toros más amplia, más confortable, con mejores accesos para los eventos. Esa magna obra, el pueblo de Chilpancingo la recuerda con profundo cariño y agradecimiento para el entonces gobernador Ángel Heladio Aguirre Rivero, quien siguió fomentando la obra iniciada por Cervantes Delgado.
En el año 2017, la Feria de Chilpancingo arriba a su edición 192 y la incertidumbre vuelve a aparecer cuando a escasos cuatro meses de su celebración aún las autoridades municipales no han nombrado al Patronato de la Feria, organismo al que por equis motivo se le deja la organización del festejo de manera improvisada y sin recursos y lo peor, de manera precipitada, con lo que ha dado al traste, habida cuenta que sea quien sea el alcalde, llama a colaborar en su organización a personajes que por faltos de creatividad, cariño al pueblo y desconocedores de la tradición de Chilpancingo se han vuelto repetitivos cuyo mayor descalabro comienza con el Paseo del Pendón que a grandes zancadillas ha hundido un festejo social, familiar, de convivencia guerrerense en un desfile de borrachos y que se aparta absolutamente del espíritu que dio origen al magno evento.
Los tiempos atraen modas, las modas, cuando se imponen, desplazan costumbres y tradiciones, y de paso, se somete a la cultura a un estado agónico que finalmente acarrea la asfixia y la muerte.
La feria de Chilpancingo, no ha sido la excepción. Se le ha sometido a un estado de postración, primero, porque es del dominio público los escándalos que han producido la falta de claridad en el rendimiento de cuentas de algunos patronatos, lo que, a su vez, ha traído como consecuencia que el pueblo los haya bautizado, en vez de Patronatos como “ratonatos”. La comprobación de ello por parte del pueblo, quien dice: “Es muy sencillo ver cómo gastan, viven y dilapidan quienes han encabezado esos organismos”.
Tal vez lo ideal sería que volvieran a ser las mayordomías quienes se encargaran del festejo, porque sabido es que el objetivo primordial era festejar el nacimiento del Niño Dios. Eso, hace años quedó atrás. Ya ni pastorelas existen.
A 192 años de haberse iniciado oficialmente la Feria de Chilpancingo, con la aprobación del H. Congreso del Estado de México, estado al que pertenecía Chilpancingo, va a resultar no solamente muy importante observar, sino también participar en algún esfuerzo que se pretenda hacer para que el festejo más querido en Guerrero, resucite.
Es importante precisar que este festejo como Feria, es la más antigua que se celebra en la república mexicana y que, por lo mismo, debe hacerse hasta lo imposible porque continúe, pero buscando sanearla, si fuera posible.
(NOTA : En esto 192 años, hay un diciembre que la Feria no se celebró. Fue en 1960, porque el pueblo estaba de pie al lado de sus estudiantes del Colegio del Estado que exigían al gobierno de Guerrero la creación de la Universidad Autónoma de Guerrero. Este no sólo se opuso, sino que como respuesta hizo una masacre en la alameda “Granados Maldonado2 de Chilpancingo, los soldados y la policía a balazos asesinaron a mujeres, niños y hombres, sumando veinte mártires.

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