martes, 6 de marzo de 2018

ARTÍCULO

El sitio de Querétaro
Apolinar Castrejón Marino
que hasta ese momento estaban dedicados a matarse alegremente.
Algo sabía de gobernar, y algo le cayó bien de los indios, porque se dedicó a mejorar algunas de sus condiciones de vida. En esas estaba, cuando Don Benito Juárez, consiguió formar un buen ejército, y “pa luego es tarde” le declaró la guerra a don Max.
Era un aguerra muy bonita, con soldados imperiales bien uniformados y disciplinados, y por el otro bando, los indios mexicanos, bien valientes, aunque mal armados y sin conocimientos militares.
Se “dieron con todo” lo que tenían, y ahora ganaban los mexicanos, mañana ganaban los franceses, y fueron agotando al ejército de Maximiliano, hasta que lo obligaron a abandonar la
ciudad de México.
Se dirigieron a la ciudad de Querétaro, donde se atrincheraron para hacer frente al ejército mexicanos que ya iban bien calientes, para acabarlos. El 6 de marzo de  1867 se inició la etapa de la Intervención Francesa y del Segundo Imperio Mexicano llamada Sitio de Querétaro.
El 19 de febrero de 1867, Maximiliano de Habsburgo se instaló en la “Nueva Capital del Imperio”, y “punto de concentración” de las fuerzas imperiales compuestas por alrededor de 9.000 hombres.
Los generales mexicanos Miguel Miramón, Leonardo Márquez y Tomás Mejía, apoyaban a Maximiliano al frente de algunos contingentes franceses, austríacos y belgas que se habían quedado en México como guardia del emperador.
En realidad el emperador de Francia, Napoleón III, se había visto obligado a retirar a su ejército para enfrentar otras guerras que tenían en Europa. En cambio, el ejercito republicano, se había fortalecido al  unirse los cuatro grandes ejércitos: el del Norte, encabezado por Mariano Escobedo; el del Centro, de Vicente Riva Palacio; el de Occidente, que mandaba Ramón Corona; y el de Oriente, a las órdenes de Porfirio Díaz.
Cuando ya era insostenible la defensa de la ciudad, Maximiliano intentó romper el sitio, saliendo con una parte de su ejército hacia la ciudad de México, la noche del 15 de mayo. Pero fue traicionado por el coronel Miguel López del Regimiento de la Emperatriz, quien, pasándose al bando enemigo, dejó a las fuerzas republicanas apoderarse del convento de la Santa Cruz, que era la clave de la línea defensiva.
Maximiliano, al saber de la traición, empuñó sus pistolas y acompañado de unos cuantos allegados, se dirigió al Cerro de las Campanas, diciendo: “Salir de aquí o morir es el único camino”. Pero todo era inútil, la ciudad estaba completamente en manos republicanas. Al rendirse, entregó su espada al general republicano Mariano Escobedo.
Así terminó el enfrentamiento más terrible, que duró más de tres meses, y culminó el 15 de mayo de 1867 con el triunfo de las fuerzas republicanas de México. 

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