lunes, 7 de mayo de 2018

NOTA

TIXTLA, GRO.--Pasan las cuatro de la tarde del Día de la Cruz y en San Juan Omeapa comienza a llover mezcal. La canción de El Chiquigüite anunció la brizna de la bebida tradicional. Es la certeza de los habitantes de este pueblo de Guerrero para el buen temporal en los meses de siembra: “Ni una planta se ha muerto aquí”, dijo don Eufrocio Bello López, uno de los ancianos antes de comen
zar la fiesta.
Cada año, en Omeapa, el mezcal vuelve a la tierra de donde salió en forma de maguey. Las creencias de Eufrocio, un hombre de 84 años, es que al regar el mezcal se garantizan buenas cosechas en las siembras, y lo que más siembra en estas tierras es maguey.
Este pueblo de Guerrero goza la fama de fabricante de buen mezcal por su proceso artesanal, lo que significa que ninguna maquinaria moderna ni químicos suplen la sabiduría de los campesinos. En el pueblo hay cinco fábricas con dueños que se ha negado a que foráneos etiqueten la bebida, pero que gozan saber que la han probado hasta en Estados Unidos.
“La fama que hemos tenido aquí es que no se trabaja con químicos. Nada de alcohol, azúcar, pastillas”, dijo Laurencio Muñoz López, conocedor del proceso y sobrino de don Eufrocio. A esto se suma la buena cosecha del maguey.
Para pedir las lluvias, los habitantes esperan el 3 de mayo, lo que significa que conjuntan la celebración religiosa por la Santa Cruz y la cosmovisión de sus ancestros sobre los rituales para pedir lluvia.
El mezcal también tiene para los habitantes de Omeapa una connotación distinta a la de sólo una bebida, les suman otras propiedades.
Don Eufrocio, con sus más de ocho décadas, esperó casi una hora en cuclillas a que iniciara la cabalgata de danzantes, caballos, cruces, flores y copal antes de la lluvia de mezcal.
“¡Está fuerte!”, le dijo un hombre de preguntarle la edad. Él contestó: “Pero a mezcal, porque me crié en las fábricas”.
Desde que inicia la celebración en Omeapa, al margen del peso religioso y ancestral, hay elementos que juegan un papel importante, como el chiquigüite, una especie de canasto de palma, y el guajolote, que simbolizan a quienes proveen lo necesario para la fiesta que reúne a conocidos y extraños.
Para los años actuales, la fiesta es posible por la aportación voluntaria de la gente, con el comisario municipal como organizador general.
En los tiempos de Eufrocio Bello López como fiscal o el gran coordinador del baile del mezcal, la fiesta comenzaba desde el 25 de abril, cuando les tocaba llevar los guajolotes a los mayordomos y padrinos que un año antes asumieron costear la celebración.
En los tiempos “modernos”, como los nombró Eufrocio, la fiesta en la que se tiran decenas de litros de mezcal, es posible con la colaboración de varios más.
“Tengan cuidado cuando les den el chiquigüite o el guajolote”, dijo una de las invitadas antes de iniciar el baile frente a la iglesia del pueblo. Cuando la banda de viento reinicia a tocar después del paréntesis entre la cabalgata y los rezos, la fiesta del mezcal comenzó.
Los padrinos e invitados bailan al frente de la iglesia la canción de El Chiquigüite, con un cesto y un guajolote que se pasan de mano en mano. Quienes se queden con ellos cada vez que para la música, costearán la próxima fiesta.
Convertirse en los padrinos de la fiesta del mezcal en San Juan Omeapa es proveer la comida y bebida para todo el pueblo antes de comenzar a bailar, pero lo que hay en abundancia es mezcal.(asillarota.com).

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.