miércoles, 18 de diciembre de 2019

ARTÍCULO CON FOTO

Marca Emiliano Zapata
Apolinar Castrejón Marino
¿Y por qué decimos “Que se mueran los feos”? Bueno, este es el estribillo de una canción que nos llegó de cuba, aunque sus orígenes son más lejanos en el tiempo y lugar.
“Que se mueran los feos”, es el título de una película española cuyo protagonista se llama Eliseo, que es realmente feo y además cojo, y por tanto, soltero. No ha encontrado a la mujer de su vida y no conoce el amor. Naty también es fea, le falta un pecho, y aunque encontró al hombre de su vida, no conoce el amor.
Eliseo piensa que lo peor de su vida está por llegar, y Naty piensa que lo mejor de su vi
da está por llegar; hasta que se cruzan sus caminos para darles una oportunidad de enamorarse y ser felices.
La música que sirve de tema, fue compuesta por Boris Vian, un polímata francés: novelista, dramaturgo, poeta, músico de jazz, ingeniero, periodista y traductor. En su juventud participó en la bohemia intelectual, que realizaban en el barrio parisino de Saint-Germain-des-Prés los seguidores del existencialismo de Jean Paul Sartre.
Que se mueran los feos,
Que se mueran los feos,
Que se mueran toditos,    
Toditos, toditos los feos,
que se mueran.
La canción se popularizó con la interpretación del grupo catalán Los Sírex  en el verano de 1965, y luego la “refritearon” “Los Cometas”. En México, la retomaron el grupo de sonomímicos “Los Xochimilcas”, y la picardía mexicana le hizo “algunos arreglos”.
“Que se mueran los negros”, “Que se mueran los polis” y “Que se mueran los putos”, fueron unas variantes que se utilizaron, para “chotear” a ciertos sectores, antes de que vinieran los malos tiempos para el sarcasmo y la ironía.
Según las leyes en materia de equidad, en la actualidad no se puede decir puto, ni maricón, porque son términos discriminatorios. Pero como también nos guiamos por leyes no escritas, aceptamos “…que se haga la voluntad de Dios…en los wueyes de mi compadre”, según la cual, nos esponjamos cuando nos toca en nuestra persona, nuestra familia, o nuestras pertenencias.
Nos declaramos partidarios de la diversidad sexual, y de la tolerancia a los “grupos minoritarios”, y estamos inundados de “marchas” de las organizaciones LGBT,  y la destrucción que invariablemente, ocasionan a la propiedad ajena. Hasta que apareció la imagen afeminada del “Caudillo del sur” Emiliano Zapata desnudo, con zapatillas, montando brioso corcel blanco.
Usted ya ha visto, que se trata de una pintura que se exhibe en el Palacio de las Bellas Artes, como parte de una colección inaugurada el pasado 27 de noviembre, del artista chiapaneco Fabián Cháirez.
Y esto ocasionó que apareciera un hombrecito chaparro y bigotón llamado Jorge Zapata -quien asegura ser descendiente de Emiliano Zapata- que reaccionó con “furia”, y dice estar dispuesto a arrancarse las pestañas con las organizadoras de la infame exposición de pinturas. 
Pero, la gente sabe que a los descendientes de Zapata, les gusta el protagonismo, y que nada han hecho para enaltecer la memoria del revolucionario, salvo que les gusta vivir –bien– a costa del buen nombre del histórico bigotón.
Por ejemplo, estamos recordando que a propósito del aniversario de su asesinato, en Chinameca, Morelos, el año pasado, en el periódico “Noticias de Cuautla”, apareció publicado un artículo titulado “La marca es de quien la trabaja”, en al líder revolucionario.
En el artículo se reveló que la “Fundación Zapata y los Herederos de la Revolución A. C.” habían registrado la marca “Emiliano Zapata”, ante el Instituto Mexicano de la Propiedad Industrial, para la comercialización de diversos productos y servicios, como tequila y mezcal, trajes, y sombreros de charro.
La fundación tiene su domicilio en el pueblo de Santa Ana Tlacotenco, en la alcaldía de Milpa Alta, en la Ciudad de México, y su propietario responde al nombre de Edgar Castro Zapata, quien asegura ser bisnieto de Emiliano. Pero, algo hay de retorcido, pues tuvo buen cuidado de evitar que su nombre apareciera en el expediente respectivo, y para ello utilizó el nombre de su apoderado legal, José Luis Mejía Lara. Sin embargo Castro Zapata ha recibido personalmente, toda clase de reconocimientos y premios, por ser descendiente de un gran héroe.
A su vez, la versión digital del periódico Alto Nivel, refirió que la solicitud de registro de las marcas, se llevó a cabo el 8 de noviembre de 2018, y la primera licencia concedida fue emitida el 31 de enero de 2019, para comercializar bebidas alcohólicas, cerveza, vino tinto y rosado, y bebidas sin alcohol como agua purificada, jugo de frutas.
También se venderán bajo la marca “Emiliano Zapata”, zapatos deportivos, playeras, camisas, y pantalones, vestidos para mujeres, sombreros de charro. Además, según los artículos 88 y 62 de la Ley de la Propiedad Industrial, la marca concede a su propietario el derecho a utilizarlo total o parcialmente, en actividades deportivas, culturales y de entretenimiento.
Emiliano Zapata fue de origen humilde y campesino, y seguramente nunca imaginó que su nombre pudiera ser una marca, que se usaría para crear riqueza.

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