jueves, 12 de diciembre de 2019

ARTÍCULO

La princesa
y el mago
Apolinar Castrejón Marino
¿Y por qué decimos “Cherchez la femme”? Esta expresión francesa que significa “busca a la mujer” fue incorporada a la parafernalia policiaca en español, para indicar que detrás de cualquier crimen se encuentra una mujer.
Fue durante los años 20 y posteriores, que se escuchaba decir “Cherchez le femme” entre los detectives policiacos que investigaban algún delito, abreviar las especulaciones, poniendo su atención en cualquier mujer que apareciera en la trama.
Sobran los casos que sostienen esta teoría, pero tomaremos el caso una de las personalidades más tenebrosas de la historia rusa, Rasp
utín.
Y vea que todo empezó por una mujer, la princesa Irina Alexándrovna Románova, a quien Rasputín quería conocer debido a su belleza y sus riquezas.
Rasputín perteneció a la secta de los flagelantes (jlystý), quienes profesaban que del dolor era necesario para alcanzar a Dios, y poder ganar el cielo.
Reconocido como místico, llegó a ofrecer sus servicios a la zarina, ofreciéndole curar a su marido el zar Nicolás II de Rusia, de su padecimiento congénito causante de hemofilia.
Primero consiguió una patente mejoría de los síntomas que aquejaban al soberano, y para vigilar su buen estado de salud, se quedó a vivir en el palacio. Enseguida estableció una relación muy cercana con el Zar, convirtiéndose en su consejero personal. Debido a la gratitud y confianza que le tenía el gobernante, terminó por imponerle su criterio en la solución de los conflictos de gobierno.
La clase noble rusa se sintió desplazada, de sus puestos de privilegio, y en algunos casos resultaron afectados por las medidas dictadas por el Zar. Se ganó muchos admiradores, por su extraña y poderosa personalidad. Le atribuyeron dones mágicos y grandes dotes sexuales. Algo habría de cierto, porque bastantes mujeres de la nobleza, le ofrecieron sus encantos, y hasta se le atribuyeron amoríos con la zarina Irina.
Todo esto, motivó una conspiración entre los nobles, para tramar la muerte del advenedizo. Artículo principal: Félix Yusúpov era un noble y escritor casado en segundas nupcias con la princesa Irina, y por consiguiente, el más interesado en liquidar al monje y místico. El 30 de diciembre de 1916 decidieron matarlo en palacio Moika en Petrogrado.
Un día antes de su muerte, Rasputín escribió a la zarina diciendo que esperaba una muerte violenta, por parte de la nobleza. Y que si él moría, los zares lo seguirían en el plazo de dos años. Lo cual resultó cierto, pues el zarismo cayó durante la revolución bolchevique.
Yusúpov envió una invitación a Rasputín a una fiesta en su palacio, haciéndose pasar por la princesa Irina. Rasputín fue al palacio, donde lo esperaban sus asesinos, que habían preparado un enorme banquete en los sótanos del palacio. Yusúpov estaba en sus habitaciones estaba retocándose y hasta ahí llegó el monje preguntando por la princesa.
El noble le hizo plática y tomaron algunas copas de vino, esperando que llegara Irina. Luego mandó traer algunas viandas y más vino, que los otros conspiradores habían envenenado. La cantidad de cianuro que habían empleado era suficiente para matar a cualquier humano, pero no a Rasputín, que sintió algunos malestares, pero siguió comiendo tranquilamente.
Para mayor sorpresa de Yusúpov, cogió una guitarra y se puso a tocar y cantar. Asustado y desesperado, llamó a uno de sus compinches, y le hizo señas de que le disparara por la espalda con su pistola. Le metió 3 disparos por la espalda con su pistola Brawnin, y el monje cayó con la cara al suelo.
Purishkévich, quien le había disparado, se agachó para examinar el cadáver, pero no estaba muerto. Rasputín lo agarró del cuello con intención de estrangularlo. Y Yusúpov tomó una daga, con la cual apuñaló Rasputín. Pero eso tampoco lo mató, y salió corriendo hacia los jardines.
Purishkévich tomó un rifle y le disparó tres veces, haciendo que se cayera. Con mucha precaución se acercaron al cuerpo, lo remataron de un tiro en la cabeza. Volvieron con el cadáver al sótano, y luego decidieron tirarlo desde el puente Bolshoi Petrovsky a un río congelado que pasaba al lado del palacio.

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