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Vรญctor CORCOBA HERRERO/ Escritor Espaรฑol
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Hoy mรกs que nunca, tenemos que proclamar y propugnar la dignidad de la persona; puesto que no cesan de aparecer con fuerza una crisis profunda de los valores humanos, lo que requiere una mรกs ferviente concienciaciรณn de las injusticias sembradas, con la imputaciรณn a los causantes de estos inhumanos atropellos, comenzando por las grandes potencias nucleares, que deben dejar de juguetear con el futuro de la humanidad. Necesitamos entrar en uniรณn y en comuniรณn, dada nuestra dimensiรณn social, lo que nos exige consideraciรณn y respeto hacia el anรกlogo, sabiendo que cuรกnto mรกs crece el poder, tanto mรกs se amplรญa su responsabilidad. Por desgracia, en cada amanecer รบnicamente solemos preocuparnos (y ocuparnos) de nosotros mismos (individualismo), sin admitir el derecho a la diferencia, desapareciendo de nuestros andares la voluntad de someternos a normas morales. Esto realmente conduce a una situaciรณn en la que los mรกs poderosos, suelen utilizar a sus propios semejantes en su mismo provecho, lo cual es el camino para una galopante discriminaciรณn de derechos humanos.
Ante el cรบmulo de contrariedades, debemos pararnos a repensar situaciones, sintiรฉndonos libres para poder discernir contextos. Lamentablemente, la conciencia de los ciudadanos no suele ser una voz propia, sino una voz colectiva dominadora, que en este momento suele deshumanizarnos por completo. La inhumanidad desde hace tiempo nos viene amortajando el sentido comรบn. Tenemos que despertar, urge hacerlo sin personalismos, el ser humano en cuanto tal tampoco puede cohabitar, ni conseguir su realizaciรณn, sino es en alianza y en comunicaciรณn unos con otros. Asรญ toda persona se define por la aptitud que ha de llevar a buen tรฉrmino y por el fin que debe conseguir. Quizรกs ahora, con el envejecimiento de la poblaciรณn que estรก transformando las estructuras sociales de todo el mundo, tengamos no sรณlo que reforzar los sistemas de atenciรณn y asistencia a las personas mayores, sino ademรกs propiciar otras atmรณsferas, donde se paladee el sabor de la fraternidad. La soledad y el descarte se han vuelto elementos repetitivos de un oscuro callejรณn aletargado en el que estamos inmersos.
Las pertenencias comunes estรกn en crisis y se reafirman las absurdas batallas familiares. La ruta del nosotros ha dado paso a un itinerario egoรญsta donde nadie respeta a nadie y, lo que es peor, todo se confunde. Es como si la supervivencia de unos, pusiera en peligro la de otros. Desde luego, la contraposiciรณn entre las generaciones o el gรฉnero, es el mayor engaรฑo y un fruto envenenado de la cultura de la confrontaciรณn. Poner a los jรณvenes en contra de los ancianos, o a las mujeres en contra de los hombres, es una manipulaciรณn inaceptable; estรก en juego la correspondencia de sabidurรญas, es decir, el real punto de referencia para la comprensiรณn y el aprecio de la vida humana en su totalidad. Al fin y al cabo, todos nos pertenecemos a todos, siendo imprescindibles cada pulso, para ese poema interminable que el Creador puso en nuestros andares. Nadie debe ser un peso para nadie y mucho menos una mera carga onerosa. Hay que atenderse, entenderse y sobrellevarse; y, por ello, hemos de reconocer definitivamente la dignidad infinita de toda persona, mรกs allรก de toda circunstancia y en cualquier estado o situaciรณn que se halle.
Estamos llamados a convivir como ciudadanos del mundo. Reconociendo la dignidad de cada ser humano, podremos hacer que renazca lo que hasta ahora es un sueรฑo, el deseo de hermanarse tras globalizarnos. Reorganicรฉmonos, porque la organizaciรณn de las sociedades aรบn estรก muy distante de reflejar con claridad que las mujeres tienen exactamente la misma dignidad e idรฉnticos derechos que los varones. Pasemos de las palabras a los hechos. Contiendas, incertidumbres, persecuciones, violencias y tantas ofensas contra la dignidad humana se producen por todos los rincones del planeta, en ocasiones juzgรกndose segรบn convenga a los intereses dominadores. Realmente, la tercera guerra mundial estรก ahรญ, en ese incumplimiento que nos mortifica. Toca realzar la decencia, pues, para las personas presentes y futuras. Nuestra mayor torpeza, reside en sustentar una mentalidad de miedo y desconfianza, en vez de sostener la ley suprema del amor fraterno. Nos falta esa movilizaciรณn del reencuentro, como lenguaje del corazรณn; mientras nos sobrepasa la paralizaciรณn y la polarizaciรณn vecinal, con sus vicios y vacรญos.
corcoba@telefonica.net
29 de septiembre de 2024.-
#๐๐น๐ช๐จ๐ช๐ณ๐ญ๐ฆ๐๐ญ๐ข๐ถ๐ฅ๐ช๐ข๐ค๐ถ๐ฎ๐ฑ๐ญ๐ข.
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