martes, 13 de diciembre de 2011

De barbarie y deslindes.
En los hechos lamentables de ayer, donde fueron asesinados, de acuerdo a los últimos reportes, tres normalistas y una decena de heridos, luego de una gresca cerca de una gasolinera de la autopista del Sol, se vislumbran varios aspectos, todo ellos muy delicados. El tema merece, sin aspavientos ni desgarres de vestiduras, tratarse hasta con pinzas, pues por un lado el gobierno del estado, con toda naturaleza y normalidad, se trata de defender, y hacer aparecer a los atacados, tres de ellos ahora muertos, como los que lo ofendieron. Se
 insinuó que es un asunto orquestado por mentes émulos de Maquiavelo, para desestabilizar al gobierno de Ángel Heladio Aguirre Rivero, habría que preguntarse primero si esta gobierno está estabilizado, con tantos cambios que se avecinan, y que buscan un cargo de esto y lo otro, ya preparándose para recibir el año nuevo con candidatura en mano. El procurador Alberto López Rosas manejó su propia versión, dijo que la policía del estado no iba armada y algo así como que las balas de las armas asesinas no eran del calibre reglamentario. Allá, el gobernador Aguirre Rivero lamentó los hechos y se colgó la etiqueta de no represor. Pero grupos como la Asamblea Popular de los Pueblos de Guerrero, o el Taller de Desarrollo Comunitario y todo el Frente de Masas Populares de Guerrero, se han pronunciado por pedir juicio político contra todos los políticos implicados en este acto, incluido el mandatario estatal, y esto, de cierto, huele a otro Aguablancazo. De manera oficiosa se manejan datos, se arman teorías, se lanzan vituperios, se exclaman y se ensalivan, y sin embargo, en esto que nos debe preocupar como guerrerenses, es que en este estado no hay realmente un control. Pues es fácil deducir que el secretario General de Gobierno, Humberto Salgado Gómez, ese que maneja toda la información del estado, pues su asunto es la política interna, debió preverlo, ya los jóvenes de la normal rural de Ayotzinapa habían estado buscando el diálogo para asuntos inherentes a su preparación. Eso, luego de la visita del mandatario estatal a la normal de Ayotzinapa. Había pues, o cuando menos la lectura así se dejó, de que había confianza. Pero bueno, los resultados ya se saben. Y este día en Chilpancingo, se habrán de soltar digamos literalmente, los golpes, y luego entonces, hay que ponderar y subrayar en las culpas, porque hay alguien que tiene que pagar los platos rotos, inalienablemente. Y eso, sencillamente porque aquí, en este asunto sangriento, hay un culpable, o varios culpables, para ello se barajan varios nombres de una lista que alguien se encargará de la ingrata tarea de depurarla: el secretario de gobierno, Humberto Salgado Gómez, la secretaria de educación, Silvia Romero Suárez; el procurador general de Justicia, Alberto López Rosas; el secretario de seguridad pública, Ramón Almonte Borja, o incluso, vaya, por el olor al aguablancazo, el mismo Ángel Aguirre Rivero. Ahora bien, no se trata de enjuiciar sólo por hacerlo, si bien se busca una solución en este asunto tan espinoso, debe hacerse con todo tacto y toda sensatez. Pero en esto, quien debe pagar, debe ser justamente el culpable, pues tampoco se trata de que el hilo se rompa por lo más delgado, porque de eso ya estamos cansados los guerrerenses. No olvidemos que en el caso Aguas Blancas, allá por 1995, quien pagó los platos rotos, y a medias, fue un grupito hasta ridículo, de funcionarios de tercera. En este tema donde se ve la mano del operativo Guerrero Seguro, que de seguro sólo se tiene mantener la ola violenta, hace que no se olvide que ayer mismo, otro grupo armado en plena faena guadalupana, abrió fuego en Acapulco contra creyentes. A los ayotzinapos como se les califica despectivamente, se les cataloga como han sido por tradición muy inquietos y digamos que hasta escandalosos, no ha habido gobierno que los haya podido meter en cintura. Si lo que pasó ayer fue algo premeditado como maneja el gobierno y sus órganos informativos, es claro que se debió prever, sin duda, pues no se mueve una hoja en este estado si no lo permiten Dios soberano.

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