martes, 18 de febrero de 2014

COLUMNA

Cosmos

Héctor Contreras Organista

 Chilpancingo es una ciudad muy iluminada. Quién sabe qué tendrá pero aquí se ve más luz citadina que en cualquier otra parte. Sus nocturnales no se quedan atrás en belleza y en sinfonía celestial.
Los colores del pueblo que Morelos conoció durante sus largas jornadas en la arriería le atrajeron lo suficiente como para decidir hacer aquí el Primer Congreso de Anáhuac en septiembre de 1813.
Para quienes nacimos aquí en la década de los años 40 del Siglo XX nos tocó disfrutar el limpio y claro cielo azul, los hermosos amaneceres y los mediodías luminosos así como los atardeceres observando los bellos colores, pintados a capricho por el cielo hermoso que cobija a Chilpancingo.

Las calles no estaban pavimentadas. Eran de tierra pero no tan destruidas como las actuales. Y había agua en abundancia. La Avenida Alemán se pavimentó en 1950, cuando junto con la Casa del Anciano las vino a inaugurar el presidente Miguel Alemán Valdez.
Había sastrerías, la mayoría de ellas por la calle 5 de mayo. Los edificios más conocidos eran la iglesia, el Palacio de gobierno, el palacio municipal que construyó don Julio Calva Capetillo y lo vino a inaugurar Beny Moré. “El Puro”, “La Teté” y “María la Cabezona” también tenían lo suyito.
Otros grandes edificios eran la cárcel del estado donde en un espacio de sus oficinas estuvo por mucho tiempo la sede de la presidencia municipal. El capitán y alcalde Julio Calva tomó la iniciativa de sacarla del reclusorio y construyó un edificio en el centro de la ciudad para el ayuntamiento, en lo que fueron Los terrenos de la virgen, donde están los puestos de periódicos y los restaurantes “Los Portales”, “Ton’s qué” y “El Toronjil”.
En el centro estaba y sigue estando el Banco Nacional de México que ahora es Banamex y sobre la avenida Alemán se levantaba enorme el cine Colonial, propiedad de don Nicolás Saad Naime y después de su hijo don Elías y más tarde de sus nietos.
Cuando en los años 50 se construyó el edificio del cine Colonial se le adjuntaron dos o tres plantas de departamentos que sirvieron de vivienda a la familia Naime y años después fueron y son departamentos en renta. La fachada era un hermoso mosaico rojinegro en cuadros combinados.
A la entrada del cine Colonial, al lado izquierdo estaban sus oficinas. Ahí por muchos años trabajó el señor Ayala Juárez, tal vez el mayor de los hermanos de esos apellidos y también Guillermina Alday que era un cromo de mujer. Un cuerpazo de aquellos. ¡Qué Lilia Prado ni que nada! La Guille era muy hermosa, atractiva, pero tenía su carácter. Y qué carácter: Inaccesible para nadie.
En el cine trabajaban obviamente los “Cácaros” que desde su casetita de proyección se divertían de lo lindo observando a las parejas en kilométricos arrumacos en las butacas de los rincones de la planta alta. ¿De qué se trató la película? ¡Sepa! ¡Aaahhh, el cine Colonial! Inolvidable.
Un señor de apellido Ríos, de Zumpango, pintaba los cartelones que se colocaban a la entrada del cine. En esas mismas oficinas del cine estaba un espacio con escritorios para Aerovías de Guerrero o Aerovías del Centro que regenteaba el capitán piloto aviador Gómez Méndez. 
Tenía sus avionetas en sociedad con los Naime. Volaban a Tlapa, Huamuxtitlán, Alcozauca, Olinalá, Cualac, Tlalixtaquilla, Ometepec, Huajuapan de León y Puebla llevando y trayendo pasaje. Cuando alguna avioneta pasaba volando por encima de la iglesia de la Asunción, de inmediato salía del sitio “Bravos” un coche libre (hoy taxi) para el campo de aviación a recoger el pasaje. Esa era la señal de los pilotos a los choferes de los autos de alquiler.
Por las tardes, cuando ya la gente había entrado a la primera función del cine Colonial y todo estaba tranquilo, sentado en uno de los escritorios de las oficinas se veía por la ventana a un muchacho de baja estatura, moreno, muy amable y sencillo que se ponía a tocar la guitarra. A veces cantaba solo, en ocasiones le acompañaban muchachos como él: “Sin ti no podré vivir jamás, y pensar que nunca más estarás junto a mi”… Ufff, Chatita… ¡Nomás los recuerdos quedan!
Al paso de años lo volvimos a ver trabajando en las oficinas del ex INEBAN donde llegó a ser dirigente sindical en uno de los departamentos. Estudió para profesor, tal vez ejerció en algunas poblaciones pero lo cierto es que siempre ha sido positivamente inquieto, pese a su aparente timidez y más que nada –esa sí, de verdad-, a su humildad.
Lo empezamos a ver con más frecuencia de hace unos años para acá, reuniéndose con un grupo de amigos mutuos en el centro de la ciudad, y entre plática y plática comenzaron a surgir remembranzas de lo que aquí estamos anotando. 
Se trata del estimado y muy valioso profesor Margarito Hernández Lorenzo con quien hemos cultivado una amistad muy sincera e inclusive hemos tenido la oportunidad de acompañarlo en momentos difíciles, como es el reciente fallecimiento de su hermanita Elena, propietaria de una popular pozolería del barrio de San Mateo y hemos tenido la oportunidad de convivir con su otra también muy atenta y ejemplar hermana, doña Teresita Hernández Lorenzo, persona de recio carácter y hacedora de la cocina más sabrosa de Chilpancingo. Una gran señora, admirada, estimadísima y respetada por todos.
Y resulta que el profesor Margarito ya jubilado, no se quedó sentado o cruzado de brazos (“comotros”). Además del gusto por la guitarra y la cantada también ha sabido disfrutar del deporte más caro del mundo: La fotografía y ahora la filmografía. Del poco dinero que reciben los jubilados, se compró una cámara fotográfica y se puso a estudiar y a trabajar, hasta llegar a convertirse en un diestro de la lente y de hecho ejerce el periodismo con maestría y características que lo distinguen. Ahora abarca también como todo un profesional, la televisión.
De su aparente timidez podemos afirmar con todo respeto que sólo es “la fachada”, porque tuvo a bien y mucho le agradecemos, el que hace unos meses nos haya entrevistado. ¿Quién se atreve a entrevistar a un entrevistador? Nos había advertido su interés, aclarándonos que “usted habla y escribe de toda la gente pero de usted poco o nada se sabe y yo quiero entrevistarlo”, y sucedió.
Una buena tarde nos invitó a su domicilio donde acomodó un gran escenario en su estudio y ahí nos hizo preguntas acerca de nuestra trayectoria en los medios pero también quiso enterarse de nuestra vida personal, de la familia y de detalles que nos han permitido disfrutar del trabajo hermoso y valioso que hemos realizado a lo largo de ya casi 53 años de quehacer periodístico. 
No podemos menos que agradecer muy cumplidamente la bondad de un excelente chilpancingueño por esa atención que no merecemos pero que mucho agradecemos. El sigue vigente, trabajando, laborando arduamente en una nueva faceta como es la fotografía y el periodismo. Este es nuestro modesto pero muy sincero testimonio de gratitud al estimado profesor Margarito Hernández Lorenzo. Muchas, pero muchas gracias, valioso y estimado colega. 

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