miércoles, 2 de abril de 2014

ARTICULO

San Cristóbal: el suave
 gigante de Acapulco

Gustavo Martínez Castellanos


 El templo católico bajo la advocación de San Cristóbal en la colonia Progreso de Acapulco encierra una serie de significaciones que lo hacen erigirse como un símbolo de profunda raigambre local. Su modernismo a ultranza, su gigantismo, su discreto asimilarse al entorno de la primera y más grande colonia popular de Acapulco, su amplitud interior, su santoral –ostenta hasta la imagen de un santo armenio- y su naturaleza fronteriza hacen de él un ícono de esta parte de la ciudad cuya sencillez contradice su monumentalidad.
El tiempo. La historia

La colonia Progreso se creó y detonó en un acelerado crecimiento como producto de la euforia turística que había despertado en el puerto con la construcción de hoteles y, después, de la avenida costera Miguel Alemán desde principios 1940.
Su terreno, de una extensión de 622 hectáreas, era parte de una hacienda llamada “El Paraíso” que con las leyes agrarias emanadas de la revolución de 1910 fue convertido en el ejido “El Progreso Nacional”, nombre que explica los nombres de sus calles[1] y, a su vez, rinde homenaje a todos los profesionistas y trabajadores que vinieron de distintos puntos del país para participar en la erección de este emporio turístico.
El arquitecto Ramón Fares[2] recuerda que “éstos trabajadores habían invadido predios en un playón[3] que estaba frente al extinto cine Río[4] a la vera de la carretera México –Acapulco” –hoy, Avenida Cuauhtémoc- en aquéllos años 40.
Para que la actitud de estos invasores no ahuyentara a los inversionistas se crearon, por órdenes del presidente Ávila Camacho, las Juntas de Mejoras Materiales en cada ciudad para atender las necesidades urbanas de los enclaves de acelerado ritmo de crecimiento.[5]
A través de un especial pero sencillo sistema de adquisición de los derechos de las tierras ejidales, la “Junta” de Acapulco expropia la enorme extensión de terreno, lo fracciona y lo pone en venta[6].
Sin embargo, como anota José Pasta, eso no evitó que líderes de colonos y personajes importantes de  la política local y nacional intervinieran para obtener predios a buen precio o regalados; en ese proceso, la colonia Progreso fue poblándose y urbanizándose poco a poco y con ese crecimiento apareció un pequeña parroquia dedicada a la advocación de San Cristóbal. “Era una casa de tabique, cemento y techo de teja roja de dos aguas, acondicionada como edificio parroquial”[7].
Texto completo en: www.culturacapulco.com

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