lunes, 20 de julio de 2015

COLUMNA

Agustín I. emperador de México

Apolinar Castrejón Marino


El 21 de julio de 1822, en la catedral de la Ciudad de México, fue coronado emperador, Don Agustín de Iturbide con el nombre de Agustín I. La historia nacional mexicana, en ocasiones, abusa del maquillaje para presentarnos algunos episodios, completamente trastocados.
Por ejemplo, consigna que el 27 de septiembre de 1827, entró a la Ciudad de México el General Agustín de Iturbide, al frente del ejército de las Tres Garantías. Pero ¿Qué no el consumador de la independencia es el general Vicente Guerrero? ¿No es que la independencia se logró solo cuando don Agustín de Iturbide y don Vicente Guerrero se dieron el abrazo en Acatempan?

En 1927, después de 10 años de guerra por la independencia, los españoles se encontraban muy desgastados, y las fuerzas mexicanas estaban dispersas, sin armas y sin dinero. Pero el mariscal Novella, comandante del ejército español todavía ocupaba la Ciudad de México, y con esta ventaja, el virrey O´donojú pudo imponer sus condiciones. 
El 24 de agosto de 1827, se reunió con el comandante Agustín de Iturbide en la ciudad de Córdoba, para definir el futuro del país. Se denominaron “Tratados de Córdoba”, y en ellos se acordó:
Que la nueva nación independiente, se llamaría Imperio Mexicano, que debía tener un monarca de la casa de Borbón, y que el Virrey O´donojú ocuparía un puesto importante en la nueva junta de gobierno. O sea ¿Cuál independencia?
Pero como “para los toros del jaral, los caballos de allá mesmo”, el día 24, el general Vicente Filisola decidió madrugarlos, y se apersonó sin invitación en la capital, con cuatro mil hombres bien armados, por si alguien le decía algo. 
Tres días más tarde, el día 27 de septiembre entraron las fuerzas nacionales, llamadas trigarantes, con Iturbide al frente, como comandante en jefe. Las tropas se dirigieron al Palacio Nacional y luego asistieron a la celebración de los servicios religiosos en la catedral. Iturbide, se dirigió a sus soldados y a los ciudadanos que presenciaban el desfile, y les dijo: "Ya sabéis el modo de ser libres; a vosotros toca señalar el de ser felices".
Todos los bandos cumplieron el compromiso de nombrar una Junta Provisional de gobierno, de la cual Iturbide fue nombrado su presidente, y a los pocos días, cambió su título por el de Regente. Como los que buscan trabajo, rogándole a Dios no encontrarlo, una comisión de mexicanos acudió a España a ofrecerles a los soberanos de la casa de Borbón de Francia, si no querían venir a reinar al nuevo país llamado México.
Como nadie quiso, Iturbide vio la oportunidad de despacharse con la cuchara grande. Mandó provocar un alboroto callejero por medio del sargento Pío Marcha y la tropa del regimiento de Celaya, y en medio del desorden, azuzaron a la plebe para que proclamaran a Iturbide como emperador. Su “nombramiento” fue ratificado dos días después por el Congreso. 
 Por lo que parece, los políticos y los militares casi siempre han tomado el poder por asalto, y con más o menos violencia, y en todos los tiempos los tiranos aseguran que hacen la guerra, asesinan gentes y destruyen pueblos, en nombre de la justicia y la libertad.
 Y hay gente que sigue creyendo que un partido político es mejor que los otros, y que los políticos “están muy preocupados por los que menos tienen”. Y hasta vemos con naturalidad que 25 familias concentren en sus manos el 95 % de la riqueza de nuestro país.

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