viernes, 28 de agosto de 2015

ARTICULO

Recordar, reconocer y
homenajear:Lavanderas


César González Guerrero
Con mi respeto, y especial reconocimiento a las mujeres que, con mucha dignidad realizaron y realizan los trabajos de lavanderas, en los pueblos de Guerrero, Costa Chica y Copala, para apoyar la economía familiar.

Aunque la modernidad va acabando con este honroso trabajo, recuerdo que, en mis tiempos de la infancia hasta los 12 años de edad que estuve en mi tierra Copala, entre 1954-1967, existían, y aun se puede observar, algunas mujeres humildes pero fuertes, dedicadas a realizar trabajos como lavanderas de ropa sucia, como también se decía “lavar ajeno”, obviamente personas que por diferentes causas, no tenían otra alternativa para ganarse un poco de dinero y así sostener a la familia. Esta fuente de ingreso hizo posible que, muchas de ellas, lograron que sus hijos estudiaran, en varios casos, alguna carrera profesional. Esto es digno de reconocerse.
Nuestro pueblo en general, México, inclusive Guerrero y Copala, es rico en historias y anécdotas, de todo tipo, que hacen posible trasmitirlas como experiencias y como cultura general, son historias que se hacen leyendas, leyendas que se hacen costumbres  y estas, a su vez, se vuelven tradiciones. Esa es parte de la cultura popular que, en los tiempos actuales, sirven de mucho para demostrar que el pueblo es sabio  y lucha, y siempre tendrá la razón y llega al triunfo, superando todos los problemas.
En esta ocasión me permito comentar una actividad muy importante que, en los pueblos marginados (y aun en las grandes ciudades como Chilpancingo),  de Guerrero y de la Costa Chica, se continua practicando, me refiero a las “lavanderas” de ropa sucia quienes, por lo regular, lo hacen en los ríos, arroyos, “pozas”, o cualquier lugar que se encuentre el agua, es una actividad que, en la mayoría de todos los pueblos del área rural, los más atrasados, por falta del servicio del agua entubada, es costumbre ver a las mujeres acompañadas de l@s pequeñ@s hij@s trasladarse “a pie”, cercanos y no muy cercanos; unas con la suerte de tener sus bateas, las llevan repletas de ropa sucia, mejor dicho “trapos sucios”, otras haciendo “bultos” “amarrados” con una sábana y, algunas otras las colocan en una bolsa de harina,  acompañada de su jícara (obviamente de palo de jícaro), su jabón fabricado en casa llamado de “cebo” o de olla, su jabón carey o zote, y algunas otras ya utilizaban el “fab” (“fa”), el cloro muy pocas; el “chicayotillo” fue, en su momento, parte fundamental para lograr el blanqueado de la ropa; si es que les iba bien, algunas con su jabón “de olor” para, al término de la jornada, darse una  “enjuagada” o “enchaguada”, inclusive los pequeños hijos. A falta del jabón de “olor” se tenían que bañar con el mismo “fa” o jabón de lavar ropa y desde luego, a falta de estropajo, en su lugar se “refregaban” con arena de rio revuelta con jabón. Algunas mujeres, a falta de bateas, se apoyaban en piedras para lavar la ropa sucia y otras más, ocupaban los trozos de puentes destruidos convertidos en lavaderos.
Más tarde, ya de regreso a su hogar, sentada en el corredor de su casa, después de “dar de comer”, en pleno descanso, con su “peineta”, la mujer desliza un poco de aceite de coco que le hace lucir un pelo brillante y de olor agradable. Esa es la digna mujer costeña, esa es la incansable mujer campesina. Al menos yo recuerdo como, regularmente los días sábados, acudíamos al rio de Copala, y apoyábamos a nuestra madre, Cohinta Guerrero Aparicio, en todo el proceso, desde la salida muy temprano,  cargando los “bultos” de ropa, “torcer”, “tender” la ropa en las ramas de los matorrales a la orilla del rio y en otras ocasiones sobre los alambres de púas de los corrales que encierran los terrenos cercanos al rio, claro con el riesgo de que los propietarios se molestaran, hasta “doblarla” y preparar el regreso en la misma circunstancia “a pie”. Por supuesto la cargada de ropa limpia era muy agradable por el olor inolvidable que la lavada implicaba. Era algo hermoso; porque eso sí, pobres pero limpios, “trapos remendados” pero limpios.
Curiosamente, después de 1972, y creo que hasta la fecha, año en el que se introduce el agua potable en Copala, surgen versiones de que, algunas personas extrañaban los tiempos en los cuales era “más bonito” cuando se veía caminar a las mujeres con sus bateas a la cabeza, llenas de ropa rumbo al rio, y los tendederos llenos de ropa recién lavada. Claro esto es según el criterio y es respetable.
En algunos municipios las autoridades se les ha ocurrido construir lavaderos adecuados para apoyar a este tipo de personas, pero en otros no han sido capaces de ello por falta iniciativa. En otros, creo la mayoría, estas mujeres pasan desapercibidas, mal pagadas, maltratadas, y lo que es peor, sin ninguna atención de parte de las personas a quienes les sirven. De las autoridades ni que decir, ningún reconocimiento, ningún apoyo. 
Yo, en lo personal y tal vez un poco tarde, aprovecho esta ocasión para mencionar a algunas de esas mujeres, vivas y fallecidas, que siempre nos apoyaron lavándonos la ropa sucia, y a aquellas que todavía continúan trabajando aunque ahora, algunas utilizando “las tomas de agua”: Cirila Castañeda García, Chelín Roque, Beltrán Figueroa, Dolores Prudente, Taurina Salinas, Marcelina Salinas, Socorro Escudero Jiménez, Bertha bautista Jiménez, Práxedes Gutiérrez, Apolinar Arellano, Sofía Rodríguez, Juana Pastrana, Juana Hernández Joaquín, Rosalina Magallón, Macaria Rosondis, Austreberta Carrera, Isabel “chave” Salinas, Paula Bernal, Carmela Cortes, Clemencia Cortes, Erasmo Rodríguez, Hortensia Aparicio López, Reyna Hernández Aparicio, Rita Manzanares, Albina Santiago, Bertha Santiago, “doña Chica” colon, chana Roque, entre otras que no recuerdo, rogando una disculpa por si omito involuntariamente algún nombre, para ellas con todo respeto, ofrezco mi Homenaje y Reconocimiento, esperando que las futuras autoridades municipales hagan lo propio. Ya veremos. (Agradezco la colaboración de mi Tía la profesora Lucia González Castañeda, de mi hermana Nerida Cortes Carmona y Gustavo González).
CONDOLENCIAS: a nombre de la Familia González Guerrero y mi propio, expreso las más sinceras condolencias a la Familia Aparicio Sosa de Copala, en ocasión del sensible fallecimiento de mi tía y madrina Isabel Sosa Pérez, ocurrido el día 23 de agosto del 2015. Descanse en Paz.

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