viernes, 4 de diciembre de 2015

ARTICULO

Crónica de los cuentos de Navidad

Tic Tac 

Felipe Zurita.
Esta vez había un tic tac. Tic tac, tic tac de un reloj de péndulo que prendía de la pared era algo así como la fotografía del tiempo moviéndose, mirando cada segundo y dialogando cada 15 minutos, 30, 45 y cada hora. 

Ha estado ahí desde el tiempo de la revolución en que el abuelo de mi abuelo lo colgó en esa pared ahora ese viejo reloj. Hubo días que el pueblo se juntó para admíralo como se movía  era lento pero seguro en cada segundo, firme pero no impaciente en cada minuto, irreversible en cada hora.
Había quienes llegaban solos para escucharlo para oír esas campanadas armoniosas y esa melodía que señala la hora. Por muchos años el pueblo venía a saber la hora. Vendita hora en la que he de morir. Decía cada vez que lo veía mi abuelo.
El reloj de Don Felipe.  No va durar más que yo. El día que no le de comer no tocara sus campañas. Eso no sucederá. La llave la llevo aquí pegadita al cuello para recordar que el señor tiempo tiene que comer a su hora.
Así lo hizo por casi 70 años. Hubo un día que sus piernas no le sirvieron de mucho. Y llamó a uno de sus hijos para alimentar al reloj que parecía estar más joven que cualquiera en la casa. Su mecanismo Alemán de fino oro Inglés en sus campañas no perdía el ritmo de las horas.
Como se va el tiempo, parece que fue ayer cuando todo el pueblo estaba sentado en la sala mirando el reloj esperando que sonaran sus campanas y hoy poco a poco se han ido acostumbrando a mirarlo cuando van al mercado y pasan a saludar.
Debes darle de comer el secreto son  dos vueltas a la cuerda derecha y dos a la izquierda. Después cinco a la derecha y cinco a la izquierda, después 10 a la derecha y 10 a la derecha y finalmente completa con 3 vueltas. 
Sino lo haces así el reloj,  no va a trabajar bien sus campanas se van a oír mal y perderá la fuerza en sus manecillas. Y otra cosa nunca toques con tus dedos su caratula mucho menos sus manecillas para ponerlo a la hora.
Dijo Don Felipe al explicarle  a su hijo que si algún día perdía la hora que tenía deberás de esperar a que volviera a pasar la hora para ponerlo a trabajar y que debería detenerlo…debes detener el péndulo sin que lo toques con las manos solo con la franela que ahí está. 
Ya que existe la idea de que si tocas el reloj con la mano “vas a cambiar la fecha y hora de tu muerte puedes adelantarla o atrasarla”.  Además hay dos momentos en  el día para  poner  a tiempo el reloj. Por el día o bien por la noche justo a la hora en que tu reloj de bolsillo te lo indique.
Esa clase fue la única y quizás la única a partir de entonces el reloj paso a ser responsabilidad de mi padre, quien con el mismo esmero ha cuidado el ritmo del viejo reloj que ha marcado con sus manecillas los pasos de los últimos años. Si casi un siglo.
Muchas navidades, el inicio de muchos años donde es observado y esperado con entusiasmo para comenzar un año nuevo. Frente a él promesas, sueños y deseos así como una cargada idea de ilusiones, que se buscaran en lo que habrá de venir en el presente año. 
Cuantas y cuantas promesas escritas en piel de uva y cuantos deseos sellados en abrazos que solo esa noche las marca el tiempo y las sabe escribir tan bien el reloj en cada vuelta en cada recorrido. Que durante los meses solo marca la hora de almorzar, de comer de cenar y hasta la de dormir.
El reloj de la casa. El péndulo incansable. Ese tic tac que rompe con el silencio de la madrugada, que abunda en las habitaciones  terminando con el silencio y recordando las risas y las metas que deberán de alcanzar quienes esa noche de año nuevo despiden un año y reciben otro con cariño.
Pero nadie recuerda sus promesas de año nuevo. La vida es de olvidad la felicidad de una noche y la rutina nos vuelve esclavos de una vida que aborrecemos porque somos lo que no queremos ser y lo que anhelamos tener se vuelve inalcanzable.
La paciencia y la constancia da al tiempo su valor. No hay tiempo que no tenga un reloj. Ni un reloj que marque un destino, como el destino de nuestro propio tiempo. Con nuestro propio reloj con nuestro propio tic tac.  

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