martes, 26 de septiembre de 2017

COLUMNA

COSMOS
Héctor Contreras Organista
LICENCIADO ALFONSO ARVEA GÓMEZ
(Voceador)

El licenciado Alfonso Arvea Gómez, fue un muy conocido voceador en Chilpancingo en los años 70, hombre modesto y muy apreciado. A pesar de su aspecto de seriedad gustaba de las bromas y fue muy amigo de don Héctor García Cantú, editor del Diario de Guerrero donde, en páginas interiores se publicaba su columna “El Licenciado Habla”,
Era crítico. En su columna señalaba las deficiencias urbanas de la ciudad, a algunos políticos que él observaba les pedía corrigieran su conducta, a los comerciantes les llamaba la atención y al final de sus comentarios, aplicaba una frase: “Ya lo dije, y ni modo”.
Al no saber escribir a máquina, le dictaba los temas al maestro García Cantú quien con toda la paciencia del mundo le escribía sus temas y don Héctor, no pocas veces le abonaba
algún comentario de su cosecha, lo que hacía aún más atractiva la columna del licenciado Arvea Gómez.
En esa época, don Alfonso debió haber frisado los cuarenta o cincuenta años de edad. De estatura era bajito, pelo ensortijado ya con algunas canas; ojos pequeños, la boca un poco deforme, igual que la dentadura, y su forma de caminar era más o menos parecida a la de Charly Chaplin, casi igual balanceaba su cuerpo cuando iba por la ciudad, transitando con alguna dificultad.
Pantalones y camisa amplios; debajo de la camisa usaba playera que lo abrigaba, a veces un pañuelo rodeaba su cuello, cinturón ancho y zapatos que nunca conocieron la limpieza. Iba por las calles de Chilpancingo cargando un bulto de periódicos de diversas publicaciones y su frase era: “Compre su periódico, vea la noticia, aquí está su periódico; compre su periódico”.
El apreciado profesor don Gildardo Valenzo Miranda, era entonces director de Pensiones, oficina que de lunes a viernes estaba llena con una gran cantidad de empleados y maestros que venían de diversas regiones del estado a solicitar préstamos a esa institución. Era atendidos el mismo día. Llegaban a las nueve de la mañana y a las dos de la tarde les entregaban el importe del préstamo solicitado y de esa manera, “buena hora”, regresaban a sus lugares de origen.
Y don Gildardo siempre tuvo magníficas relaciones con todos los periodistas, voceadores, locutores, reporteros y hasta dispuso que en sus oficinas que se localizaban donde ahora funciona el banco Santander, en el centro de la ciudad, frente al casino del estudiante, hubiera dos, tres escritorios, con máquinas de escribir, papel suficiente y los periodistas cuando quisieran hicieran uso de esos muebles.
Al medio día, cuando las oficinas estaban llenas, esperando la gente sus préstamos, aparecía en la puerta de Pensiones el Licenciado Alfonso Arvea Gómez y por medio de un megáfono (fue el primer voceador en hacer uso de ese tipo de aparato en Chilpancingo), decía:
“Compre su periódico, aquí está su periódico. Vea cómo el profesor Gildardo Valenzo Miranda se está robando los millones de pesos de los profesores y empleados del gobierno. Conozca a este funcionario ratero que se está llevando todo el dinero”. En tanto el profesor Valenzo estaba en su escritorio ya atendiendo a algunas personas o escribiendo algo, y disimulaba no escuchar al voceador.
No faltaban algunas personas que venían de otros municipios a hacer sus gestiones a esa oficina, que se acercaran al licenciado Arvea y le pidieran que guardara silencio y respetara al funcionario. Pero el voceador seguía, sin hacer caso: “Compre su periódico, conozca las raterías que está haciendo el profesor Gildardo Valenzo Miranda, aquí está su periódico”, hasta que después de un rato, don Alfonso se retiraba y en la calle seguía con el mismo tema, y así se alejaba a seguir vendiendo el periódico.
Esta acción del voceador Arvea, como aquella de que el profesor Valenzo Miranda, a las tres de la tarde salía de sus oficinas cuando la jornada laboral había concluido, y los fotógrafos de prensa (sus amigos) lo rodeaban y hacían como que le tomaban fotografías, y el profesor les decía: ”Ya muchachos, ya no me tomen tantas fotografías” y así llamaba la atención de la gente que pasaba por el lugar, eran “valores entendidos” entre el voceador, los fotógrafos y el estimado y bromista funcionario.  A Valenzo, le encantaba llamar la atención haciendo este tipo de bromas o con otro tipo de ocurrencias.
Por supuesto que el licenciado, no lo era, pero él así gustaba presentarse.
Quería ser presidente municipal de Chilpancingo y prometió que si la gente votaba por él, siendo alcalde de la ciudad instalaría un tubo desde su tierra, Tlaxiaco, Oaxaca, hasta Chilpancingo, “para traer el aire puro de mi tierra a Chilpancingo”.
Hombre modesto, sin duda, pero muy trabajador y ocurrente. Don Alfonso Arvea Gómez, un hombre que vino de Oaxaca para ser y hacerse chilpancingueño.
Con su humildad, dejó escrito su nombre en la historia de Chilpancingo, y lo hizo desde su condición de sencillez y trabajo. Nuestro reconocimiento y cariño de amigos y compañeros en el Diario de Guerrero, donde quiera que esté.

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