COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
“LOS PASTORES DE CHILPANCINGO”
GRACIAS, QUERIDOS AMIGOS.

Desde hace medio siglo, aproximadamente, vivió en nosotros la inquietud de preservar una de las tradiciones más hermosas de Chilpancingo:
La Acostada del Niño Dios, la noche del 24 de diciembre en la iglesia de la Asunción, como desde muchos años antes de 1960 lo hicieron Los Pastores, esos niños vestidos de azul y las niñas de blanco, cada uno con su báculo y su sombrero y sus cánticos, con sus personajes. El Ángel, La Gitana, La Gila, el Bato, El Ermitaño, El Sancho y su guitarra, El Bartolo, etcétera.
Teníamos esa inquietud porque en la casa de ustedes, mi madre, doña Irene Organista Sánchez, con sus hermanas Amalia y María del Carmen, también en su infancia, habían salido de “pastoras” en los grupos que para ese propósito hacían otras señoras desde principios de siglo, en Chilpancingo.
La Pastorela que se preparaba en la casa, no correspondía a esas modernas que protagonizan personajes de comedia, con diablos, santos, brujas y alebrijes. No.
Los Pastores de Chilpancingo tienen una esencia
distinta.
Se trata de la adoración que ofrecieron los pastores al Niño Dios con la descripción de su nacimiento en Belén, interpretado por un grupo de niños que cantan las diversas letanías y villancicos, todas bellísimas y, a pesar de los siglos, novedosas, y cada uno de los personajes aporta un tierno mensaje de adoración al recién nacido.
Es tan delicada y tan descriptiva, pero más que nada, lo más próximo a la narración bíblica del Misterio del Nacimiento del Niño Jesús, en Belén de Judá, que el propio maestro don Ignacio Manuel Altamirano hizo una mención especial sobre la importancia de esa representación de la pastorela en su novela “Navidad en las Montañas”, tomando como escenario las montañas del sur de México y los hermosos paisajes de Tixtla, su tierra, y Taxco.
Esa columna cultural de la tradición y religiosidad, estuvo a punto de perderse para siempre, porque las personas que la preparaban, que en este caso fueron las últimas interesadas en ello, Irene, Amalia y María del Carmen Organista Sánchez, hace años que fallecieron, y los sobrevivientes que protagonizaron los pastores, igual. La mayoría de quienes fueron los pastores, o han fallecido o por la edad, dejaron de interesarse en su rescate.
Nosotros, modestia aparte, desde 1981 propusimos a cada uno de los Patronatos de la Feria de Navidad y Año Nuevo de Chilpancingo, que se reviviera esa tradición hermosa e histórica, que, de hecho, y desde nuestro modesto punto de vista, es lo que dio origen, en parte, a la tradicional feria, porque todo lo que en ella se hace, es motivado por el nacimiento del Niño Dios.
El prestigiado bailarín de Mayanalán, don Juan Carranza Soriano, tuvo a bien recibir nuestro comentario y petición, pero ni él -con toda su gloria y siendo la lumbrera cultural más importante de Guerrero- ni nadie más nos hizo caso, y la pastorela se hundió en mayor olvido. Es decir, al
mundillo oficial de la cultura, no le importa lo verdaderamente importante. La aportación cultural que data de siglos y envuelve al pueblo católico en la ternura del acontecimiento más importante del mundo, el nacimiento del Niño Jesús.
Por ese desinterés es que con el apoyo de Bersa Azabay Ortiz, nos dedicamos a tocar puertas pidiendo ayuda económica para darle vida a un disco donde se escuchen los cánticos de la pastorela y un libro donde se lea todo su contenido.
Hemos encontrado corazones abiertos por todos lados, especialmente de amigos como don Adolfo Calderón Nava y muchas personas más, a quienes agradecemos que esa obra que en Chilpancingo inició hacia mil 600 por los agustinos, no muera.

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