ARTÍCULO

Luto?: Palabras varadas
Edilberto Nava García
El día de ayer—10 de noviembre-- al llevar a la cripta los restos mortales de mi madre, Juana García Iglesias, la turbiedad del pensamiento me impidió hilar debidamente mis palabras para agradecer a los familiares, vecinos y amigos su solidaridad para con nosotros en nuestro duelo.
También es cuestión de conciencia, pues creo que los hijos, al fin en el mundo, muchas veces, formando nuevos ramajes familiares y preocupados por el porvenir de los vástagos, actuamos en forma muy personalista y nos convertimos en materialistas, actuamos a partir
de ese pensamiento de que nuestros hijos no deben sufrir lo que nosotros en casa de nuestros padres. Y buscamos un empleo lo mejor pagado, buenos ingresos comerciales, en fin, en dinero, pero nos olvidamos y relegamos a nuestros padres, al grado que a veces ni los visitamos y menos nos ocupamos de sus necesidades más elementales.
Mi madre fue muy trabajadora e independiente, hasta que primero por un accidente y luego por vejez le fue ya imposible valerse por sí misma. En la última etapa fue que le ayudamos, porque ella estando sana, vivió hasta aislada de nosotros; casi cuarenta años ya sin su esposo Cutberto Nava, mi padre, pues se negó sistemáticamente a vivir con algunos de sus hijos ya casados. Pero ella, secundando a mi papá y a mis abuelos, nos enseñó y recomendó el camino del trabajo y la honradez. Jamás nos dijo: miren, sus abuelos tienen tales tierras, tales predios, tales cabezas de ganado, vean como se apropian o se agencian algo. Jamás nos indicó o sugirió háganles la barba para que les den o les hereden. Al contrario, nos dijo no se emborrachen, no sean mal ejemplo; huyan de la ociosidad. Siempre lleven algo a casa, así sea un simple leño. Mis hijos la recuerdan que viniendo de los corrales, de cuidar los mangos, les decía: ándale, llévate ésta cubeta con mangos o este trozo en tu hombro, para que no te lleve el viento.
Así, que yo sepa, ninguno de mis hermanos anda a la caza de herencia y menos que hayan despojado a alguien. Sé que tenemos defectos, pues como decía el santo varón Francisco de Asís: “El hombre tiene mala levadura”, pero aun así, del torrente de luz que dios derrama en el orbe, siempre pedimos parte de esa luz para que nos ilumine hasta el último suspiro de la humanidad a su paso por la tierra. Respecto de mi mamá que ha partido, por el mensaje del mundo espiritual de luz, sé que no reencarnará más, pues concluyó el lavamiento de su espíritu. No hay cargos de conciencia; dimos lo asequible, lo posible; no he sido dotado para hacer imposibles. La mirada penetrante del Dios Creador todo lo contempla y es Él el dador de dones y sabe hasta de nuestros pensamientos.
Por ello quiero agradecer a mis amigos. No faltó un hombro para llevar el féretro y hubo alguien que se ocupó hasta de insertar una esquela en un periódico. Gracias a Javier Francisco Reyes; a la inspirada poetisa internacional, Yolanda Matías García, por sus palabras; a la licenciada Silvia García; mis entrañables amigos Godínez Salazar, que unos en la ciudad de México y otros al otro lado del Bravo me enviaron mensajes de aliento. Gracias a todos los buenos corazones.

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