viernes, 2 de marzo de 2018

ARTÍCULO

Stalin en México
Apolinar Castrejón Marino
El líder ruso Joseph Stalin pronunció una frase profética, respecto a las elecciones: “No importa quién vota, sino quien cuenta los votos”. ¿Cómo se atreve este señor a entrometerse en el proceso electoral de nuestro país?
Como para muchos mexicanos, todo lo que venga de Rusia es como si viniera del infierno, les diremos para su tranquilidad, que Stalin ya murió. ¿Entonces Cómo….?
Pues su frase, puede llamarnos a reflexionar en el momento crítico de acudir a votar, solo para aseguramos de que nuestro voto sea útil y valido. Repasemos algunos hechos:
¿Para qué se realizan elecciones?
¿Quiénes participan en las elecciones?
¿Quién tiene derecho de votar?
Las respuestas están a la vista: En México, las elecciones se realizan para
aparentar que no es una sola persona quien gobierna, aunque en la realidad el gobierno es ejercido por una familia o un grupo de personas, que no permiten la llegada de gentes ajenas al grupo.
En el proceso electoral participan todos los miembros del grupo de poder, estratégicamente colocados en organizaciones a los que llaman “partidos”, que tienen el propósito de que los diferentes sectores de la población se sientan “representados”, y se motiven participar.
Todos los ciudadanos tiene derecho de votar, es decir que pueden participar en la farsa de marcar un nombre en una boleta, e introducirla en una urna. El papel del ciudadano es tan simple, como inútil. Esa es la realidad, porque no tienen ninguna garantía de que “su voto” tenga algún valor nominal para designar al ganador.
El escritor irlandés Oscar Wilde dijo que “…las preguntas nunca son indiscretas, aunque las respuestas, algunas veces lo son”. Así que tome en cuenta estas otras interrogantes:
¿Quién organiza las elecciones?
¿Quién cuida el proceso electoral?
¿Quién cuenta los votos?
Desde la promulgación de la Constitución Política 1917, se estableció la Junta Empadronadora, y los Colegios Electorales, encargados de organizar y calificar los procesos para elegir al Presidente de la República.
1946, el Presidente Manuel Ávila Camacho promulgó la Ley Federal Electoral, creó la Comisión Federal de Vigilancia Electoral, y el Consejo del Padrón Electoral.
En 1951 y 1973 se realizaron algunos cambios cosméticos: Se reformó la Ley Federal Electoral para el registro de nuevos partidos políticos, y se creó la Comisión Federal Electoral.
En términos llanos, el gobierno se encargaba de las elecciones. Y como no se conforma con poco, publicó otras disposiciones:
En 1977, expidió la Ley de Organizaciones Políticas y Procesos Electorales (LOPPE), para introducir el criterio de representación proporcional. Por estos días los mexicanos estamos viendo los resultados de estas estrategias: “Los plurinominales”, o el reparto del poder entre la parentela, sin siquiera someterse a ser elegidos.
En 1990, el Congreso de la Unión expidió el Código Federal de Instituciones y Procedimientos Electorales (COFIPE) y ordenó la creación del Instituto Federal Electoral (IFE), “para dar certeza, transparencia y legalidad a las elecciones”.
El 10 de febrero de 2014 transformó el Instituto Federal Electoral (IFE) en Instituto Nacional Electoral (INE), Amen.
¿Ya se dio cuenta? Se trata de encargarle el gallinero al coyote. ¿Se da cuenta de la certeza de la frase del líder de la revolución rusa? “No importa quién vota, sino quien cuenta los votos”.
En México, la democracia no existe. Ciudadano, consejeros electorales, y observadores, son solo conceptos demagógicos. En la realidad no existen. Los políticos se gastan inmensas cantidades de dinero, para crear una percepción: que los mexicanos eligen a sus gobernantes. Y esa percepción está dirigida a la opinión pública mundial, para poder decir que México es un país libre y democrático.
Otras fuentes históricas aseguran que fue Porfirio Díaz fue quien pronunció la frase: “El que cuenta los votos, es el que gana”, cuando fue derrotado en las urnas por Don Benito Juárez. Pero esa historia se las contaremos en otra ocasión.

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