lunes, 13 de septiembre de 2010

Opinión


De inundaciones y profecías
Peña Nieto; lenguaje chatarra
Isaías Alanís
Dos asteroides pasaron muy cerca de la tierra. 600 mil damnificados por la lluvia. Hillary Clinton, Secretaria de Estado, declara que la violencia en México, es semejante a la época más cruenta de Colombia en la década de los noventa, con tintes de insurgencia en nuestro país. Seguramente contra el gobierno de Felipe Calderón, adicto al Plan Mérida y al intervencionismo norteamericano en pleno bicentenario.
Siguen asesinando a presidentes municipales, en esta ocasión en su propia oficina. Un desempleo atroz y de muerte. Soldados que confunden a una familia que regresaba de una fiesta y los ametrallan. Y a esto le agregamos un país en crisis permanente. Partidos que ya no lo son, personajes que han cambiado de camiseta y pugnas internas por el poder de tragedia griega. Seguramente estamos hablando del México del bicentenario. Y todavía hay más. Narco bloqueos a ciudades como Monterrey. Mensajes de advertencia, hombres y mujeres asesinados en todo el territorio nacional. Y con el ejemplo salvadoreño, seguramente que muy pronto tendremos quebranto en el transporte público a cargo de la delincuencia bien organizada.
Y para acabarla de amolar, dos procesos electorales: el de dos mil once y doce. Y como la historia y la política son un boomerang, es probable que todo vuelva al mismo punto de partida. A 1810 y a 1910. Para estar a tono con estas dos fechas a conmemorar este año. Se ejecuta a delincuentes y se detienen a otros. Como en la época de la independencia, en Guanajuato se castiga a las mujeres que abortan. El mátenlos en caliente porfirista, lo retoma televisa en su serie: «Gritos de muerte y libertad…»… y el gobierno federal, también.
Ante esta embestida brutal, sería bueno que el escenario generado por la curva que ha dado el camino de las precandidaturas de Guerrero, ya no se caliente. Que los actores políticos le bajen a declaraciones fuera de contexto y que no corresponden a su investidura. Cuidar el lenguaje y evitar que se desborden los ánimos. Obrar con mesura. Cordura, reserva, sensatez, prudencia, madurez, buen seso, sabiduría, templanza, u otro sinónimo.
Para atemperar los ánimos y que ésta sea una campaña de propuestas y novedades, no de promesas vanas, y amenazas inútiles, en un campo donde haya una real competencia democrática, sana y aleccionadora. Es un llamado que debe de calar en quienes están en el ojo del huracán. En quienes desde el exterior abonan a la ingobernabilidad dentro del marco de las campañas anticipadas y a tiro de resortera. Y reflexionarlo muy bien antes de emitir juicios ofensivos. Descréditos fundados o infundados. Desechar la mezquindad y el derroche de toda clase de adjetivos de mala leche. ¿Será posible que esta acotación al margen se cumpla?
¿Qué sucederá si la violencia se acrecienta? y la espiral de la pobreza alcance a los asteroides que cruzaron el firmamento de la tierra, y como hace doscientos y cien años, se fracture la nación y en breves días, meses, años, la vida no regrese a su cauce normal. Se extienda la ingobernabilidad, las profecías de Hillary Clinton y del Pentágono se cumplan, y cómo los mexicanos no pueden con el paquete, que vengan los marines a poner orden. Ni Hidalgo, ni Mórelos, bola de curas alborotadores (diría el Juan Sandoval Iñiguez, cardenal de Guadalajara), ni mujeres feministas como Leona Vicario, ni huarachudos como Zapata o bandoleros como Villa, nos habrán de salvar del nuevo holocausto.
En tanto los políticos no se bajen del ring, se dejen de agravios y maledicencias estériles, construyan el país y el estado que todos deseamos. Dejen a un lado intereses personales, de grupo y el ansia del poder por el poder. La espiral de la pobreza-violencia-crimen organizado, podrán ser el quantum del deterioro aún más profundo de la república. Por eso el llamado, chance y estéril, para que le bajen al discurso, a la rivalidad fratricida. Al lenguaje inusual, a la burla y el escarnio. Al ni los veo ni los oigo. Y al menos en el Estado de México y Guerrero, la ruta de las campañas, que todavía no empieza legalmente, que han dado muestras de soberbia, calentura juvenil y desequilibrio de quienes amparados en su cargo, profesión, responsabilidad como servidor público, precandidato o matraquero, utilizan un lenguaje ajeno a toda competencia política democrática y normal, se lanzan contra sus oponentes con un AK 47 en la lengua tratando de tomar por asalto su trinchera cueste lo que cueste y pasando por encima de la propia ley.
Si este es el lenguaje chatarra de Enrique Peña Nieto, a los mexicanos medio cuerdos no nos gusta para candidato: «las alianzas entre los partidos políticos, son semejantes al crimen organizado…». Peña Nieto debería de tomar clases de historia en la UNAM y no en la universidad yunquera donde estudió. Y saber que hubo una reforma de estado en México, aún monda, pero la hay y que el paralelismo suyo es desproporcionado, grosero y cínico para la incipiente democracia mexicana, y un lenguaje hostil, de garrapatero sexenal en el Estado de México y de un político que desconoce las mínimas reglas de convivencia y competencia democrática. ¿Qué mensaje quiso dar con esta señalización a la nación y a los políticos durante su quinto informe de Gobierno?

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