jueves, 14 de octubre de 2010

Ópinión

El nobel de literatura a un
defensor de libertades:MV

Juan Carlos González Alarcón

Me congratulo, a través de estas líneas que hago públicas, con quien fuera mi maestro del seminario Literatura y Poder, impartido en Casa de América, Madrid, España, en 2001, por obtener el más importante galardón concedido a un escritor en el mundo, el Premio Nobel de Literatura.
Veinte años después la Academia Sueca vuelve a otorgar un trono al Reino Republicano de las letras iberoamericanas, a colocar una Corona de Laurel Imperial a la lengua española, y, por añadidura, un cetro, quizá sin saberlo, a la cuna de la mejor tradición novelística francesa, oi, seignurs barons, suef, le pas tenant!
A sus 74 años de edad, nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú, Mario Vargas Llosa, periodista, ensayista, novelista, dramaturgo, ingresa al Olimpo Cultural de nuestro Imaginario Universal, junto a los nobeles latinoamericanos Gabriela Mistral (1945), Miguel Ángel Asturias (1967), Pablo Neruda (1971), Gabriel García Márquez (1982), Octavio Paz (1990), y los españoles José de Echegaray (1902), Jacinto Benavente (1922), Juan Ramón Jiménez (1956), Vicente Aleixandre (1977), Camilo José Cela (1989).
Los pinceles del realismo real, artífices de cierta Catedral Humana, Ciudad plena de Libertades durante la Fiesta de una Conversación del Lenguaje Latinoamericano hasta el Fin del Mundo, tuvieron que esperar 28 años para igualar los colores, tonalidades, intensidades, matices del realismo mágico de aquel coronel, Patriarca Otoñal, náufrago, con su gallo esquelético en brazos desde hace un siglo, a mitad de los mares de la Soledad Eterna, Laberinto Isla del Amor a las Palabras de Oro.
«La razón de ser del escritor es la protesta, la contradicción y la crítica», sentenció en sus inicios de narrador, en 1968, cuando recibiera el premio de novela Rómulo Gallegos, el hoy laureado merecidamente con el Premio Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa.
Fiel a tal premisa su pluma creativa ha fraguado, desde hace seis décadas, mundos narrativos eminentemente realistas, donde florecen las razones existenciales, las más de las veces irracionales, del ser humano, a través de personajes poseídos por el poder político, económico, religioso, mesiánico, autoritario, a los límites del delirio enfermizo.
Mario Vargas Llosa, a su vez, lo que es, siente, piensa, hace, con cada sabor, sinsabor de su vida, desde niño asomado, in extremis curioso, al mundo, sin la presencia paterna, deviene personaje de su propia obra colosal.
Así perviven su alma, su espíritu, sin ninguna duda, con más aromáticos tintes autobiográficos, en las páginas de Los Jefes (1959), La ciudad y los perros (1962), La Casa Verde (1965), Los Cachorros (1967), Pantaleón y las visitadoras (1973), La tía Julia y el escribidor (1977), y Travesuras de la niña mala (2006).
De manera menos visible, paradójicamente, en sus tres novelas de mayor poder discursivo e imaginativo, Conversación en La Catedral (1969), La guerra del fin del mundo (1981), y La fiesta del Chivo (2000).
Desde luego, toda la obra del escritor peruano, nacionalizado español, Premio Príncipe de Asturias de las letras y Premio Cervantes de literatura - entre otras tantísimas distinciones con que adorna su palmarés inventivo - es digna de leerse a conciencia, no sólo la novelística, en mucho la primordial, sino sus ensayos, artículos periodísticos y piezas teatrales.
«Soy realista, en mis novelas trato siempre de mentir con conocimiento de causa», asegura, el también dramaturgo, en Historia de Mayta.
UNA PINCELADA DE MUESTRA
SOBRE EL PERSONAJE REALISTA
«No podía faltar al foro que organiza, y al que me invita, mi escritor favorito», confiesa el ex presidente de España, José María Aznar, refiriéndose al escritor Mario Vargas Llosa, quien, sentado en el presídium, de saco y corbata impecable, esboza una ligera sonrisa e inclina la cabeza cana ante el selecto público.
En lo que es una de sus esporádicas apariciones públicas de este año, 2004, al clausurar el primer Foro Atlántico: Europa-América: los desafíos del siglo XXI, afirma categórico: «la principal amenaza en el mundo es el terrorismo, que ha declarado la guerra al mundo occidental, a toda Europa y a toda América, porque piensa que nuestras democracias son débiles o decadentes».
Vestido con un traje gris plata y una llamativa corbata verde, añade: «Los europeos y los americanos nos encontramos en el mismo barco; nos enfrentamos a los mismos desafíos y a los mismos problemas: ¿Cómo defender nuestras libertades y nuestras instituciones democráticas? Entonces debemos encontrar soluciones similares. Los europeos inauguramos el año pasado el Proyecto Estratégico para combatir el terrorismo internacional. En el Consejo de Europa (integrado por cuarenta y cinco países) ya se cuenta con una lista de grupos terroristas bien identificados; y contamos con la orden europea de búsqueda, detención y entrega de los criminales».
Minutos antes, el escritor de la Generación del Boom latinoamericano, no escatimó elogios cuando lo presentara en el Foro que organizara la Fundación Internacional para la Libertad, Fundación Iberoamérica-Europa y Atlas Economic Research Foundation: «en los libros de historia será recordado como el mejor presidente que ha tenido España. Durante sus años de gobierno este país tuvo una presencia, y sin exageración un protagonismo, internacional que no había tenido hace muchos siglos; y que probablemente no vuelva a tener en mucho tiempo».
Mario Vargas Llosa puntualizó entonces: «No sé si la decisión de Aznar de embarcar a España en la intervención militar en Irak fue acertada o no lo fue».
Con esta frase reflexiva, ondulante por los rincones del recinto, concluyó el Foro, en el que participaron como ponentes el secretario general de la Organización de Estados Americanos (OEA); el embajador de Estados Unidos en España; el vicepresidente de España y ministro de Economía; el filósofo Jean Fracois Revel; el politólogo italiano Giovanni Sartori; el secretario de Estado de Política Exterior del gobierno español; el presidente de Atlas Fundation de Estados Unidos; la coordinadora de Política Exterior del gobernante PSOE, entre otros.
Clausurado el encuentro-duelo de discursos geopolíticosociales, antropológicos, filosóficos, los organizadores ofrecieron un ágape a todos los asistentes en uno de los majestuosos salones del Palacio de Linares, sede de Casa de América, palacio de estilo barroco francés que fuera construido entre mil ochocientos setenta y dos y mil ochocientos ochenta y ocho.
En tal salón, tres años antes, Mario Vargas Llosa había impartido su célebre seminario Literatura y Poder a un privilegiado grupo de potenciales narradores de Iberoamérica.

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