miércoles, 23 de octubre de 2013

COLUMNA

Pérdida de valores 

Apolinar Castrejón Marino

 La televisión de perfil científico ha difundido muchos temas y conceptos del lenguaje médico, y los padres con poco criterio y pocos escrúpulos, se han apresurado a utilizarlos en su entorno familiar.
Las firmas National Geográfic y Discovery Chanel han realizado excelentes documentales, en los que narran puntualmente la hiperactividad de algunos niños norteamericanos. Con fotografías y videos tomados muy oportunamente, los realizadores muestran al público toda la complejidad de esta enfermedad.


Con el esnobismo que nos caracteriza, el malinchismo que nos impulsa a envidiar lo ajeno, y la hipocondría que nos hace “padecer” enfermedades ficticias, muchos padres y madres de familia mexicanos creen que sus hijos son “hiperactivos”. Debido a su falta de autocrítica, creen ver que sus hijos son iguales a los niños rubios de la televisión. 
Lo cual resulta una ridiculez, además no cualquier chamaco inquieto, grosero y maleducado es un “hiperactivo”. La hiperactividad es una enfermedad que debe ser diagnosticada por especialistas, y solo puede declararse su existencia después de muchas pruebas, análisis y observaciones.
La hiperactividad de los niños norteamericanos se debe frecuentemente a su alimentación rica en carnes, grasas y lácteos adicionados con vitaminas y hormonas. En México, la alimentación es poco regular y va desde la escasez hasta el abuso, sin término medio.
Otro concepto muy llevado y traído por los padres mexicanos es el de “Tiempo de Calidad” que dan a sus hijos. Aunque más bien suena como una excusa de los padres que trabajan, y reparten apretadamente su tiempo diario entre sus atrnciones para conseguir dinero, y medio atender su vida social.
Dígame usted si es “tiempo de calidad” dejar que sus hijos hagan lo que se les venga en gana, ser víctima de sus caprichos o comprarles juguetes y golosinas. El caso es este: los niños crecen entre la guardería (también llamada “estancia infantil”), y la casa de la abuela, o de la vecina.
Sin una figura familiar verdaderamente interesada en su desarrollo, sin autoridad para inculcarle valores morales, y sin capacidad para ponderar hábitos socialmente aceptados, muchos infantes se refugian en la televisión y los videojuegos. Ahí desarrollan su gusto por la violencia y las tramas truculentas.
Rápidamente desarrollan mecanismos de supervivencia y de manipulación para que los adultos les concedan cierto “espacio personal” en el que puedan satisfacer sus verdaderos impulsos. Y también desarrollan su habilidad para el chantaje y la explotación del padre o la madre, cuando les toca su “tiempo de calidad”.
Por último hablaremos de la fallida expresión “pérdida de los valores”, la cual es una falsa premisa, debido a que en sociedad no se puede vivir sin valores. Lo que sí es posible es cambiar unos valores por otros. La honestidad, la dedicación, y la fidelidad han perdido su importancia en una sociedad pragmática y utilitarista.
Como lo que sucede en la actualidad que las relaciones laborales se imbrican con las relaciones sexuales. Las mujeres modernas y “prácticas”, pueden de ofrecer sus favores sexuales, y si sacan provecho, ni siquiera lo consideran inmoral. Así llegamos al deprimente espectáculo de cuarentonas usando modas de quinceañeras.
En una sociedad donde priva el amiguismo e influyentismo para conseguir un buen empleo, no representan ninguna utilidad la honestidad ni la dedicación, solo basta esperar una oportunidad para congraciarse con el político o el gobernante y “saber pedirle” o saber ofrecerse ¿O usted, qué dice? 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Muchas gracias por leer La Crónica, Vespertino de Chilpancingo, Realice su comentario.