jueves, 4 de mayo de 2017

COLUMNA

El Grillito Sin Censuras
Alfonso Cerdenares Dominguez
-.El 3 de mayo, Día de la Cruz. -.En tiempos ancestrales, se veneraba a Tláloc, Dios de la Lluvia. -.En México, oficialmente se inaugura el ciclo agrícola. -.También se venera a Santa Elena de la Cruz.
El 3 de mayo es considerado como el Día de la Cruz, aunque también lo festejan los albañiles que, en cada construcción en curso, suelen colocar una cruz adornada por flores de papel o de plástico; claro está, la consabida pozolada, elopozolada o, mínimamente los tacos de mole o de frijoles, no pueden faltar, así como los litros y más litros de mezcal o las botellas de cerveza; la cosa es ponerse jarano en estas fechas, para festejar a La Cruz; esencialmente, al Día de la Cruz no es festejar a la cruz, como literalmente se lee, sino que nuestros ancestros realizaban una
de las primeras ceremonias para pedir la lluvia al Dios Tláloc; este día nos debiera de remitir a los tiempos prehispánicos, ya que está relacionado con uno de los aspectos más importantes de nuestro país: El ciclo de siembra; durante los primeros días de mayo, nuestros antepasados dedicaban rezos y rituales al Dios Tláloc, el Dios de la Lluvia; el fin era conjurar la generosidad meteorológica de esta deidad, para que la temporada de siembra gozara de buenas aguas y se dieran excelentes cosechas; justo por estas fechas, se inaugura el ciclo agrícola en nuestro país; sin embargo, esto depende del clima de cada región; debido a esto, en algunas zonas se siembra desde abril y en otras hasta junio; no obstante, los principios de mayo es un buen momento para fijar, en promedio, el inicio de la temporada de siembras; hasta ahora, se siguen celebrando ceremonias para invocar las lluvias, sólo que ahora se le pide el favor a Jesús, “El Cristo”, ese ser que nos trajeron e impusieron los españoles tras la “conquista”, como lo es el caso de los tiempos graniceros, los “magos del clima” que se ubican en los alrededores de los volcanes Popocatépetl e Iztaccíhuatl, o en adoratorios que se encuentran en cuevas, cascadas o diversos puntos sagrados como los manantiales; es esta adoración de la que se fijaron los frailes, la cual no pudieron erradicar completamente en sus esclavos indígenas y, por tanto, idearon la forma de eliminarla; así, tal y como ocurrió con muchas otras festividades prehispánicas, se buscó empatar estas fiestas con una contraparte católica, para así redirigir la devoción original; fue a finales del Siglo III que la emperatriz Elena se abocó a hallar la cruz en la que presuntamente Cristo murió; como parte de sus pesquisas mandó demoler un templo dedicado a los viejos dioses paganos de los romanos, y bajo los escombros hallaron las tres cruces; para descifrar cuál era la que había sostenido a Jesús, llevaron a un moribundo y lo hicieron tocar cada cruz; en cuanto tocó una de éstas, recuperó instantáneamente su energía vital; por este hallazgo la mujer fue canonizada, y hasta la fecha se le venera como Santa Elena de la Cruz; claro está, todo ello se ha convertido en un mito que, a los fieles católicos, apostólicos y romanos, se las hacen creer sin cortapisas, solamente con la venda llamada “fe”; una venda que, nosotros creemos, es necesario despojarla de todos, para poder avanzar como una verdadera sociedad; veremos qué pasa, si no, al tiempo y… ¿quién es el que anda ahí? Comentarios y sugerencias al E-Mail: elahuizotejr@hotmail.com

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