viernes, 16 de febrero de 2018

COLUMNA

COSMOS
Héctor CONTRERAS ORGANISTA
¿QUÉ FUTURO QUEREMOS PARA CHILPANCINGO?
Siempre que abordamos el tema Chilpancingo, evocamos a la gente vieja de esta tierra, a la que puso algo, poco, mucho o todo para que la capital del estado de Guerrero tuviera lo mejor para la convivencia social, pero principalmente lo básico, sus servicios de salud, escolares, de seguridad, calles, agua, energía eléctrica, limpieza, cultura, tradiciones, etcétera.
La gente mayor nacida en Chilpancingo hace cien años, 80, 70, 50 o menos, respetando a los mayores que ellos, conforman el génesis de lo que hoy nos hace sufrir o gozar
por vivir y convivir en una ciudad con urbanización remendada o nula, pero al fin de fines es NUESTRA ciudad, nuestro hogar común, nuestra tierra y muchos nos sentimos muy orgullosos de haber nacido aquí donde “antes todos nos conocíamos”, porque en la actualidad a los viejos hasta se nos hace vivir un milagro cuando encontramos y saludamos en la calle a paisanos que hace tiempo no veíamos.
Chilpancingo tiene la dicha, la gloria de haber sido sede del Primer Congreso de Anáhuac, el 13 de septiembre de 1813, que dicho sea de paso, era lunes.
Para ello, tuvo que elevarla Morelos a la categoría de Ciudad.
Es decir: Gracias al gran Morelos, estamos contemplados en la historia de México como ciudad, la ciudad más importante en el país, porque sencillamente aquí nació la Patria.
Pero, ¡Oh, tristeza!: Estamos en la historia, es verdad, pero sólo en los pergaminos.
Porque ningún beneficio material nos dejó el Congreso de Anáhuac.
Ya ven lo que pasa en el centro de la ciudad los días 13 de septiembre.
El gobierno (estatal y municipal) rodea con mallas de acero el templo de la Asunción para evocar sin molestias la ceremonia morelense.
Ese día viene a Chilpancingo un representante presidencial que periquea un montón de tarugadas en su discurso pero no trae nada a favor de Chilpancingo: solución al agua potable, establecimiento de seguridad, orden social, escuelas, hospitales, mercados, calles, drenaje, algo, pero no. Puro bla, bla, bla, bla... ¡Lo de siempre, pariente!
La entrada a la iglesia de la Asunción está prohibida ese día para los chilpancingueños.
Esa tarde de septiembre los únicos que pueden entrar al templo a babear la ceremonia son los encorbatados y funcionarios. La ceremonia de los “Sentimientos de la Nación” es para ellos solamente, se adueñaron de la ceremonia pero no de los Sentimientos. El único sentimiento que conocen es el miedo. Por eso se encierran a piedra y lodo.  Morelos rompió la esclavitud y estos atarantados la conservan. Ellos, sólo ellos, siempre ellos...!!!
Si Morelos viviera y supiera en qué convirtieron el Congreso, a esos lacrosos ya los hubiera echado a patadas del templo, como lo hizo Jesús con los mercaderes: “Mi casa es Casa de Oración y no cueva de ladrones”... y pa’fuera...
Hace muchos años, a principios del siglo XX, llegaron a Chilpancingo unos estadounidenses cuya historia es muy interesante porque además de traer la Biblia como enseñanza, fundaron una iglesia Evangélica, en el centro de la ciudad, que en la actualidad se llama “La Santísima Trinidad” y se ubica sobre la calle 5 de mayo, entre 16 de septiembre e Hidalgo.
Al parecer, ese terreno les fue donado por el gobernador, don Francisco Otálora Arce, que era jalisciense y quien con el apoyo de Porfirio Díaz construyó lo que es hoy el Museo Regional, pero antes fue palacio de gobierno. Así se fundó el primer templo evangélico, pero no sólo eso.
El grupo de evangélicos, construyó lo que desde hace tiempo se conoce como “El Campo Wallace” que fue una escuela en favor de la niñez chilpancingueña y además de impartir clases y enseñar inglés, francés, italiano y portugués, música, canto y poesía, obsequiaban alimento y ropa a la gente de escasos recursos. En fin, mucha ayuda. Cerca del campo Wallace construyeron una pequeña iglesia, próxima al Huacapa en la calle que baja del mercado de San Francisco. El Wallace estaba rodeado de campos extensos para hacer deporte.
Al paso de los años, algún gobernador se quedó con el campo Wallace y en lugar de fomentar la escuela con más amplios programas educativos, la hizo cuartel. Los militares se quedaron con esas instalaciones, y se hicieron como se hace la humedad en las paredes, se fueron anchando y se apropiaron del campo deportivo de Beisbol y de más terrenos y más tarde de los terrenos del poniente, de tal manera que ningún civil, desde hace años, puede pasar por ese lugar, porque es propiedad del ejército.
Así es Chilpancingo, así, así, así...
El capitán Julio Calva Capetillo construyó el primer edificio para que Chilpancingo tuviera un Palacio Municipal, un lugar digno de llamarse así. El ayuntamiento estaba de arrimado, hasta 1950, en las instalaciones de los juzgados, donde estuvo la cárcel, que en estos tiempos no estaría muy mal que estuvieran otra vez de vecinos: cárcel y alcalde.
El mercado principal se llamó “Nicolás Bravo” (antes fue “Manuel Romero Rubio”, el mercado que se quemó). Lo sacaron del centro de la ciudad y lo llevaron donde está ahora, pero con el nombre del general “Baltazar R. Leyva Mancilla”. El espacio que ocupó el mercado “Nicolás Bravo” es ahora la secretaría de Finanzas.
En el amplio y céntrico espacio donde está la sede del obispado, funcionó el  Jardín de Niños “Juan Álvarez”.
A los parbulitos los metieron como sardinitas a un cuchitril en la calle de Ayuntamiento que ahora se llama “Baltazar R. Leyva Mancilla”, para que en aquel lugar donde estaban y que son oficinas de la diocésis, cupieran sin problema las amplias y muy redondas nalgas del señor obispo: “Bendito el que viene en nombre del señor”.
Las necesidades de Chilpancingo son todas: agua, agua, agua, agua, agua.... Seguridad,. seguridad, seguridad... Limpieza urbana, nuevos mercados, hospitales, escuelas, panteones, transporte, ampliación de calles, nuevas avenidas... Urge una gran avenida que pase o atraviese por la colonia “Margarita Viguri” para que conecte el centro de la ciudad con la parte sur, pero.... ¡PERO!....
Hacen falta rutas de urvans (que antes fueron Combis) que presten servicio celular o colectivo de Oriente a Poniente, porque las que abundan y hasta sobran, son las que corren de Norte a Sur. Y está comprobado que NO TODAS las rutas deben o tienen que desembocar en el mercado... URGE una especie de “metro” a la vera del Huacapa para trasporte colectivo. Esta necesudad se hace cada día más evidente.
Don René Juárez Cisneros construyó un nuevo “palacio” de gobierno, entre otras cosas, para descongestionar el centro de la ciudad y resulta que ahora el tráfico está peor. Todas las marchas de protesta deberían hacerse frente a aquel “palacio” de goberno, pero se siguen haciendo en el centro afectando la vida urbana de Chilpancingo. Debe establecerse un reglamento fundamentado en las leyes para ya no joder tanto a Chilpancingo, pero eso será hasta que haya un alcalde o presidente municipal ¡pensante!.... Pero, ¿cuándo, mijo, cuándo?
Más que reglamentar las marchas y protestas, a los que se les debe aplicar la ley es a los funcionarios que no funcionan y que por su culpa, estupidez, ignorancia e ineptitud protesta tanta gente. Puro hijo del PUP que nada resuelven en favor de la ciudadanía.... ¡Ah, pero andan pidiendo otra vez el voto! (PUP quiere decir: Partido Único de Pendejos y PYP: Presumidos y Pendejos).
Por ahora les deseamos un muy feliz fin de semana, y a lo mejor ya hay que irle pensando con formalidad, seriedad y responsabilidad por quién vamos a votar...¿Qué futuro queremos para Chilpancingo?

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