martes, 6 de agosto de 2019

ARTÍCULO

El imperio
de Augusto
Apolinar Castrejón Marino
Seguramente usted ha escuchado a alguno de esos eruditos que abunda por estos lares, decir que el emperador romano Augusto, mandó poner al calendario, un mes extra, con su nombre.
Eso suena muy interesante, aunque hay algunos datos que no cuadran. Efectivamente, Augusto fue el primer emperador romano, quien gobernó del año 27 antes de Cristo, hasta el año 14, ya de nuestra era.
Nació el 23 de septiembre, y su nombre fue Cayo Octavio Turino, fue adoptado por su tío abuelo Julio César, en el año 44 a. C. y falleció el 19 de agosto del año 14.
Siendo muy joven Octavio se convirtió en heredero de Julio César y en el año 43 a. C., llegó al poder, aunque tenía que compartirlo con Marco Antonio y Lépido en una dictadura militar conocida como el  Triunvirato.
Con el tiempo, el triunvirato se iría rompiendo ante las ambiciones de sus creadores: Lépido fue obligado a exiliarse, mientras que Marco Antonio terminó suicidándose tras su derrota en la batalla naval de Accio en el añ
o 31 a. C.
Una vez que quedó solo en el poder, ordenó que el Senado le concediera usar el título de “Augusto” (El Venerable), y por consiguiente se convirtió en Emperador César Augusto (Imperator Caesar Augustus). A causa de los varios nombres que ostentó, es común llamarlo Octavio al referirse a los sucesos acontecidos entre 63 y 44 a. C., Octaviano de 44 hasta 27 a. C. y Augusto después de 27 a. C.
Octavio restauró los principios de la República, con lo que el poder gubernamental pasó a establecerse en el Senado, aunque en la práctica él retendría su poder autocrático. Pasaron varios años para que se llegara a determinar la estructura exacta por la cual una entidad republicana podría ser dirigida por un único gobernante; el resultado pasó a conocerse como el Principado.
El título imperial nunca llegó a considerarse como un cargo similar a lo que había significado la dictadura romana de la República, y que César y Sila habían ostentado con anterioridad; Augusto rechazó formalmente dicho cargo después de que la sociedad romana “le rogara que asumiera la dictadura”.
Por ley, Augusto contaba con toda una colección de poderes perpetuos conferidos por el Senado, incluyendo aquellos relativos al tribuno de la plebe y el censor. Ocupó el consulado hasta 23 a. C. Su poder real creció desmesuradamente gracias a su poder económico y a los recursos obtenidos de sus conquistas, creando relaciones de clientela a lo largo del Imperio romano, y ganándose la lealtad de muchos soldados y veteranos militares, la autoridad implícita en los muchos honores y títulos que le eran concedidos por el Senado, y el respeto de la gente.
El control de Augusto sobre la mayoría de las legiones de Roma existentes supuso una amenaza armada que podía ser usada contra el Senado, permitiéndole de esta forma coaccionar sus decisiones. Con este poder para eliminar la oposición senatorial mediante el uso de armas, el Senado pasó a adoptar un perfil dócil hacia su estatus de soberano.
El mandato de Augusto inició una era de paz relativa conocida como la Paz romana o Pax Augusta (en su honor). Salvo por las constantes guerras fronterizas, y con la excepción de una guerra civil de sucesión imperial que duró un año, la sociedad del Mediterráneo gozó de un ambiente pacífico durante más de dos siglos.
De igual forma, Augusto expandió el Imperio romano, asegurando sus fronteras mediante la subordinación a Roma de las regiones circundantes. Además, celebró un acuerdo de paz con el Imperio parto —el más poderoso de sus vecinos— por la vía diplomática, reformó el sistema tributario romano, desarrolló redes de caminos que contaban con un sistema oficial de mensajería, estableció un ejército permanente (así como un pequeño cuerpo de marina), y creó la Guardia Pretoriana junto a fuerzas policiales de seguridad, tanto para mantener el orden como para combatir los incendios en Roma.

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