jueves, 27 de mayo de 2010

Crítica a las oficinas de Prensa y
similares de los ayuntamientos


Tino Gatica.—Advertencia: Este artículo está basado en la experiencia personal de hace más de 25 años como mínimo de que he estado leyendo cuanto medio impreso me cae en las manos. Corresponde, por obviedad a todo aquel documento asociado al periodismo escrito.
Desde que el Estado mexicano empieza a configurarse, en su génesis que es la Constitución misma, que le da forma y figura (sustento y sustancia), pues es su columna vertebral, para crearse y recrearse dando paso a los estados y posteriormente a sus municipios libres y soberanos, unas áreas específicas denominadas oficinas de prensa o de comunicación social y/o de relaciones públicas surgen también con la intención de ser meros difusores de las acciones de los gobernantes. Escasamente son las mujeres que han sido alcaldesas en la historia de este renglón y solamente han escollado en la actualidad. Aunque en la práctica, para este rubro en específico, las mujeres no se habrían perdido de nada si desde esos años incipientes fueran alcaldesas, pues hasta en este aspecto, hasta ellas, las mujeres, han fallado en la utilización de esta herramienta.
Contra cualquier recurso de defensa comprobable por parte de los jefes y (ya ahora) jefas de prensa y sus similares aludidos, puedo confirmar que dichos cargos públicos no se han entregado precisamente a quienes tengan un perfil en comunicación.
Vamos, ni escribir supieron algunos (as) y mucho menos fueron las y los precursores del periodismo integral, es decir que incluyera sus variantes periodísticas tanto de género como de estilo. Y hasta el momento, en lo personal, con tantas revistas, periódicos y semanarios que me he leído y que me han caído en las manos, ninguno de los trabajos que se envían y se publican en los ídems en donde tienen sus convenios me han convencido de considerar que se va evolucionando en este arte de la escritura.
En el estado de Guerrero, por lo que leo y observo es que las jefas y jefes de prensa no han aprendido más que hacer mediocremente sus boletines y enviarlos por Internet. Lo que sí reconozco es que al menos saben enviar sus boletínes por esta vía. Y cómo no, si gracias a eso se evitan estar pidiendo favores personales con los propietarios de los medios Impresos.
Pero, ojo, si eso corresponde a una oficina en donde ser jefe o jefa de una oficina de prensa en donde no existe más que uno o dos colaboradores (hombre o mujer), esta responsabilidad es medianamente aceptable. Ahora, imagínense que a su cargo tenga Usted como jefe o jefa de esa área a ¡10! colaboradores, la situación es para ponerse a pensar. ¿Cuánto dinero no se derrochará en esos según trabajadores? y ¿qué tal si esa cifra se duplica por las aviadurías o simuladores y simuladoras? ¡Cáspita!
Otra verdad incuestionable, es que no son precisamente los y las «periodistas» mejor preparados los que ostentan ese cargo. La etiqueta, por si es que no lo saben les queda grande, pero así es su necesidad económica. Sin embargo, según su creencia, es un trabajo que se merecen porque es el pago a su desmedida postración a los piés de políticas y políticos que en su momento fueron candidatos para la alcaldía o la gubernatura o cualquier departamento o dirección que busque ampliar o modificar su «status quo». Es un pago o mejor dicho regalo al famoso apoyo y acompañamiento en campaña.
Sin embargo, también se ofrecen como otra forma de pago por «favores» sexuales, de traición, de complicidades, de intriga y hasta de formar parte del grupo de choque del aspirante o candidato al que incluso identifican como El Patrón o El Jefe. Asimismo, es por amiguismos, compadrazgos, tráfico de influencias, asuntos de «yuniors». También, porque no pueden negarlo, les gusta vivir «la dolce vita», les ha gustado fortalecer las mentiras oficiales. La falsedad maquillada, no deja de ser bonita, piensan.
En esta lógica, hasta el momento no se ha demostrado que esa clase de áreas se obtengan por méritos fincados en la calidad y cantidad de los trabajos periodísticos de quienes sí están en el frente de batalla de este, para mí, arte. Y en casi todas las ocasiones, las y los periodistas que conocen de este arte son rebasados por personas que reflejan su mediocridad en la adulación, postración y servilismo hacia aquella o aquel político que sabe que con esas prendas se entenderá bien con ésta o éste.
Insisto, lo lamentable es que ahora esa herramienta valiosa como la Internet, solamente haya servido a las y los jefes de prensa y sus similares, para ahorrarse el tiempo en enviar sus boletines, pasando por obvio que una de las formas de comunicación verdaderamente humana consiste en la relación interpersonal (verbal, físico, visual, espontáneo). Y luego que hasta se podría justificar tanto derroche de recursos, pues todavía recuerdo cuando este escribano en su afán de apoyar a sus amigos y amigas boletineros los ayudaba a repartir esos escritos en las redacciones y talleres u oficinas de los diarios. Eso tenía forma de desquitar un salario y formar parte de un organigrama laboral, para ellos, conste.
Y este escriba no aborda a los trabajadores y trabajadoras de los medios de comunicación electrónicos (radiales y televisivos, Internet), para no «revolver» (¿ya se fijaron que ésta palabra entrecomillada adquiere doble o triple significado al plasmarse?), bueno, no al menos en esta ocasión. ¿Pero qué tal como tema medular para otra colaboración?

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