lunes, 6 de septiembre de 2010

La noche que
me dejaron solo
Esteban Mendoza Ramos
¡No se vale! ¡No se vale! Dejar a un camarada solito y su alma en medio de la noche oscura, yo que tanto los amo, los quiero y los necesito.
¿Por qué será? Que pecado tan grave cometí para recibir este terrible castigo. A partir de ahora caminaré a ciegas, con los brazos extendidos para tocar los obstáculos antes de estrellarme con ellos. Siento ganas de llorar, de reír, así como “La Barbie”. No existe peor infierno que la soledad en medio de tanta gente.
Soy bueno, simpático, agradable. Hasta divierto a los niños como mis reproducciones plásticas de muñeco malo. Eso es sólo una broma, mi alma es blanca y pura como la de Luis León Aponte, Rubén Figueroa Alcocer o René Juárez Cisneros, grandes hombres sacrificados por los hijos de esta grandiosa tierra.
Mi cara no refleja tristeza, es el rostro vivo de la preocupación por el futuro de Guerrero. Es el peso de la responsabilidad que caerá sobre mis hombros a partir del primero de abril del año próximo. No importa que no me acompañen muchos de los que fueron a mi cumpleaños, o que me besaban la mano cuando acudía a las oficinas de mi partido. Todo pasa y nada queda. Eso puede suceder, pero arrojo muy lejos ese fatal presentimiento.
Soy bajito de estatura, débil físicamente ¿y eso qué? Acuérdense de Napoleón, Madero o Carlos Salinas de Gortari. Hombres pequeños, grandes hazañas. Además así es más fácil que la sombra de mis amigos me cubra completito ¿o no?
Tanto que luché por obtener la nominación como precandidato y ya se me olvidó para qué la quería. Escuché en mi inconsciente a un coro melodioso que repetía en tono de eco: “tú eres el candidato de unidad”. ¿Quién será esa señora? No la encuentro. Sospecho que anda por el terreno de enfrente, muy enojada y la verdad le tengo miedo.
Ya no puedo dormir. Quiero sonreír y tampoco lo logro, consumí cinco frascos de “dolac”, dos cubetas de té de “tila”; me chute la serie completa de películas de “Harry Potter” y el gran dios Morfeo me desprecia y me manda al mundo de los vivos sin misericordia.
Con los ojos bien pelones espero el amanecer. No quiero levantarme. Imploro un milagro, sé muy bien que Dios abandona a los perversos.
¿Seré acaso un perverso? ¿Seré acaso un malagradecido con la bondad divina?

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