viernes, 1 de octubre de 2010

Opinión

Natalicio de Morelos
Isaías Alanís

Sin dudar de las buenas intenciones del gobierno federal y su ineficiencia en la llamada guerra contra el crimen organizado, la impunidad es letra viva en el territorio nacional. Práctica que ha dejado bajas sensibles en cuerpos militares y castrenses, capos, familias de éstos, matones, artistas y gente inocente. Efectos colaterales de quienes se atraviesan en las balaceras o a las incontinencias del ejército mexicano. La impunidad es lo que impera. La lista es inmensa. Pero lo llamativo de esta carnicería legaloide y seudo judicial, es lo acontecido en el estado de Michoacán, inverosímil, pero cierto.
Treinta y cinco funcionarios, presidentes municipales y policías de esa demarcación, fueron detenidos y confinados por una llamada anónima a la policía, y no por el famoso y falso, «trabajo de inteligencia», fueron «arraigados» y metidos en cárceles de máxima o mínima seguridad. El día de ayer treinta y cuatro liberados y uno sólo en chirona. Esta pifia de la Procuraduría General de la República es violatoria no sólo de las garantías individuales, sino del federalismo, precisamente en la cuna de uno de sus iniciadores, fue un duro golpe a la democracia y a las instituciones manejadas desde corrillos electoreros y de acuerdo a preferencias sexuales o partidistas.
El michoacanazo, solo sacó a flote lo endeble del estado mexicano, pues mientras se encarcela por una delación anónima, el estado protege a verdaderos delincuentes: ¿En qué cárcel purgan su condena los causantes del incendio en la guardería ABC, de Hermosillo, los causantes de que mineros de Pasta de Conchos hayan quedado sepultados por negligencia patronal; los jueces que condenaron a las indígenas encarceladas por secuestrar a policías federales; quién ordenó la cárcel de máxima seguridad a los líderes de San Salvador Atenco y miembros de la APPO, y la persecución del estado a familiares y amigos?
Y la muerte de los jóvenes de Salvarcar, acusados de narcomenudistas por el ejecutivo; los estudiantes muertos en fuego cruzado o confundidos con sicarios del Tecnológico de Monterrey; el indígena tlapaneco que fue asesinado por llevar botas de soldado; a la indígena náhuatl, violada y muerta en Zongólica, Veracruz, a la familia masacrada supuestamente por no respetar un retén de soldados; al asesinato de los líderes indígenas de Ayutla? Y desde otra trinchera del cártel político mexicano, ¿a quién hay que encarcelar por haberle dado puntilla al SME, violentaron el estado de derecho de los mineros de Cananea, bajo el lema: «un minero muerto es minero bueno»?
Y como el «golpe purépecha» fue una bebida que inventé cuando viví en Michoacán, a base de charanda, limón, licor de granada, y otras hierbas, que no es lo mismo que el «michoacanazo», es bueno recordar que un día como el de ayer, pero de 1765, nació José María Morelos y Pavón, en Morelia.
A diferencia de Hidalgo, cosmopolita y dotado de un espíritu lúdico, enciclopedista e indigenista, hoy mal interpretado por la historia oficial de televisa; Morelos, arriero y comerciante de profesión, fue un hombre práctico y lúcido, cuya convocatoria realizada en Chilpancingo, sentó las bases del federalismo mexicano con la obra capital en la que contribuyó el poeta, pensador y militar, Andrés Quintana Roo: Los sentimientos de la nación. Lo interesante de la vida de Morelos, es haber ingresado ya entrado en años a la teología, retórica, latín y griego en el Colegio de San Nicolás. Esta entrada a la cultura de su época, no le estorbó para ser un hombre con una visión clara de la realidad de los indígenas, mestizos y criollos frente al aparato colonial español. Además de su pericia militar y su gran carisma con soldados y lugartenientes. Su carrera militar fue meteórica. Un amigo lo llamó El relámpago del sur, en un libro que desgraciadamente no se ha publicado. Y en el cual sale a la luz toda la historia no oficial del caudillo, que en Apatzingán promulgó la Primera Constitución de México, el 22 de octubre de 1814, y cuyo antecedente inmediato es el Congreso de Anáhuac de Chilpancingo.
A 245 años de su nacimiento, su visión está tan fresca como los restos de la piel de sus manos arrancadas por los inquisidores que lo acusaron de herejía antes de fusilarlo. El poder de la iglesia puede más que el poder del pueblo. La rancia iglesia medieval todopoderosa y actual, protectora de nuevos reyes, virreyes y políticas públicas de opresión para el pueblo trabajador, condenó a uno de sus más insignes sacerdotes. A cientos de décadas, la iglesia sigue pegándoles a los pobres con una actitud servil al poder. Que les es refrendada por los políticos que se olvidan que México es un estado narco, perdón laico cuando al final de su discurso, ofenden la memoria de los guerreros religiosos como: Hidalgo, Morelos, Mariano Matamoros, Sergio Méndez Arceo, Camilo Torres, entre otros, dando gracias a dios en público y fuera del culto, violando el artículo tercero Constitucional y burlándose de los creyentes porque si algo tienen los políticos de todos los colores, es vivir en la mentira.
Honrar la memoria histórica de un patricio, es para prolongar sus ideales por una causa. No andarse por las ramas retóricas y fraudulentas de la simulación. Ejercicio común entre las mujeres y los hombres públicos de hoy. Sintetizar en estas líneas la importancia del pensamiento social de Morelos, es imposible. Porque no sólo fue un genio militar y estratega consumado, sino un hombre cuya principal arma, fue la del pensamiento ligado a la acción. Así de simple y complejo.
BANDO PATRIO:
En Michoacán, tierra de Morelos, un día como hoy, 34 michoacanos salieron de prisión por no haberles encontrado delito que perseguir. Usted disculpe. Fue de a gratis, el «pocito», «tehuacanazo» con chile piquín y los «toques» donde más duele. Se busca a cierto diputado de Apellido Godoy Toscano, que a pesar de habérsele perdonado cinco delitos todavía se le va a meter a la cárcel de San Juan de Ulúa por no pagar el ticket del estacionamiento de la Cámara de Diputados de la Nueva España.
Atentamente:
Su graciosa Majestad el Virrey Félix María Calderón y Calleja de los Pinos…amén. ¡Viva el Rey!

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