lunes, 13 de diciembre de 2010

Columnas

La caja dorada
Marilli.
Hace algún tiempo un amigo castigó a su hija de tres años por desperdiciar un rollo completo de papel dorado para envoltorio. Estaban escasos de dinero y él se puso furioso cuando la niña trató de decorar una caja para ponerla bajo el árbol de Navidad.
A pesar de todo, la pequeña le llevó el regalo a su papá a la mañana siguiente y le dijo: «ESTO ES PARA TI PAPI».
El se sintió avergonzado de su reacción anterior, pero su enojo volvió cuando vio la caja vacía. El le gritó:
¿¡ No sabes que cuando uno da un regalo se supone que hay algo dentro de él ¡?.
La pequeña niña lo miró con lágrimas en los ojos y le dijo.
PAPI NO ESTA VACIA, YO PUSE MUCHOS BESITOS EN LA CAJA, TODOS SON PARA TI, PAPITO.
El padre se sintió destrozado. Rodeó con sus brazos a su hijita y le rogó que lo perdonara.
Mi amigo me dijo que él conservó aquella caja dorada junto a su cama por años.
Cuando se sentía desanimado, sacaba uno de aquellos besos y recordaba el amor con el que su hija los habían depositado allí.

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