miércoles, 8 de diciembre de 2010

Opinión

¿Por quién votarías, por
El Cachetón o El Choky?

Tino Gatica
En la cresta de estas tres campañas electorales en la búsqueda de la gubernatura que les permita mantener un poder que de alguna forma siempre ha sido parte de su medio ambiente, los candidatos se han subido a la arena política y deliberadamente han permitido que la guerra sucia los enlode. No es un escándalo que ellos hayan buscado o mucho menos fortalecido, pero en los hechos han dejado pasar las descalificaciones que se cruzan de uno a otro bando.
Quizá de quien menos se han sabido calificativos a cual más agresivos es del candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Marcos Efrén Parra Gómez, quien tiene una campaña que no arrastra ni convence a la ciudadanía.
Las frases malintencionadas, duras y con el sentido de la fuerza de la verbalización de la violencia, son parte de la estrategia, que usan ambos grupos a favor o en contra. Pero quien ha recibido más calificativos en este uso y abuso del lenguaje grosero es precisamente el candidato de la coalición «Tiempos Mejores para Guerrero», que rebasan por mucho lo poco que maliciosamente se dice de su primo, el abanderado de «Guerrero nos Une». Ojo, no es por simpatía o por condolerse, eh. Esos epítetos están registrados incluso en el diario El Sur, solamente es asunto de darle una repaso.
A estas alturas Angel Heladio Aguirre Rivero contra Manuel Añorve Baños o bien de Manuel Añorve Baños contra Angel Heladio Aguirre Rivero es solamente la confirmación de una verdad que se mantenía en el sótano de la hipocresía: acabar con los movimientos sociales, de las reivindicaciones de las luchas populares y el aniquilamiento de la oposición. No es una trampa, ni ninguno de esos tres candidatos están entrampados.
Lo anterior, se desprende en el análisis de sus discursos, cuyas propuestas no han aterrizado en las definiciones o en las posturas sobre la apuesta de solución a las causas de los problemas sociales, económicos y políticos, entre los que se incluyen esos temas tan espinosos como delicados pero reales: narcotráfico, movimientos armados o subversivos o de los singulares financiamientos externos en esas campañas. Nadie puede hablar de la soga en casa del ahorcado, por supuesto.
Ahora que, las frases que dan título a este artículo de opinión, se desprende de que en estas campañas las descalificaciones por comparación (fisonomía, estatura, forma de hablar, desenvolvimiento, una vis o un tic, etc.) de uno contra otro candidato forman parte de una burda maniobra para restarle buena imagen a quien es su antagonista. Es más, hasta en el apellido materno o paterno se trata de usar como arma de ataque.
Se enfatiza en que las denostaciones surgen incluso previamente al inicio formal de estas campañas, siendo el caso del doctor Manuel Añorve Baños quien es asociado a la figura de un personaje de una película. Y en el caso del senador con licencia, Ángel Aguirre Rivero, se le asocia ambiguamente con lo mofletudo de su rostro, sin que necesariamente se considere que está exageradamente desproporcionada su fisonomía.
En estas campañas, y por lo observado en otras lides semejantes, la exageración de un gesto, de un movimiento de cuerpo, las posturas (comprendida desde la anatomía hasta el pensamiento y su culminación con el lenguaje verbal) hasta el mínimo error o accidente se magnifica tendiéndose a la ridiculización del contrario.
Lo saben los tres candidatos en esta contienda, Marcos Efrén Parra Gómez, Ángel Aguirre Rivero y Manuel Añorve Baños (léase de izquierda a derecha, como lo desee, de arriba-abajo, no busco congraciarme con ninguno de ellos) que ya tienen mucho lona recorrida en el asunto de ser sujetos de escrutinio y por ende de escarnio público. En el caso de Marcos Efrén Parra Gómez, hasta el momento no ha sido tan vilipendidado durante su campaña, pero será interesante ver si cuando se incline o muestre interés de establecer una alianza aunque sea fáctica en estas horas, se convierte en la manzana de la discordia.
Se hacen estas observaciones, porque esto pasa en una de las crestas del comportamiento mediático de las elecciones, en donde las descalificaciones por los anteriores argumento y otros que no se pueden analizar por falta de espacio y tiempo, son parte de esta dinámica por alcanzar el poder.
Ciertamente que el título de este análisis también es grosero y ofensivo, pero esto es parte del lenguaje que insistimos verbaliza la violencia. Y al término de las campañas ninguno de los candidatos se interesará en establecer mecanismos o reglas para evitar, inhibir o prevenir estos excesos verbales, pues sería una idea descabellada maniatar una forma de comunicación que hace especial al género humano.

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