martes, 18 de enero de 2011

Columnas


El Grillito sin censuras

Alfonso Cerdenares Domínguez

**Dimos una vuelta por el centro de Chilpancingo…**El transporte público daba vuelta por el zócalo de la ciudad…**No había tanta falta de agua y tomábamos directamente de la llave a nuestro paladar…
EL DÍA DE AYER SALIMOS A DAR LA VUELTA POR EL CENTRO DE LA CIUDAD, tal vez para tratar de recordar cómo eran las calles de Chilpancingo hace unos 20 años, o quizás más; las cosas no han cambiado demasiado en cuanto a su aseo: siguen siendo polvorientas y llenas de basura; los vendedores ambulantes continúan invadiéndolas y hasta los comerciantes establecidos «sacan» sus puestos a plena banqueta sin que nadie les diga nada; continúan con los dichosos apartados que se colocan sin control alguno y son muy pocos los agentes de tránsito que cumplen plenamente con su trabajo; unos solamente le hacen a la pantomima, aplicando el viejo dicho ese que «hacen como que me pagan y yo hago como que trabajo»;
Chilpancingo sigue siendo un caos vehicular, antes porque solamente las calles principales estaban pavimentadas, ahora porque se ha incrementado el número de población y, por ende, el número de vehículos que circulan diariamente; el transporte urbano se desplaza sin ton ni son, sin un control notable ni el respeto a las «paradas» diseminadas a lo largo de cada ruta; peor aún, hay gente que ya mero quieren que el «urvanero» se detenga al pie de su casa para no gastar ni un paso en la suela de su zapato; nosotros recordamos aquel transporte que prácticamente daba la vuelta a toda la ciudad, desde el centro hasta la colonia Los Ángeles, daba vuelta por la colonia Morelos, por donde ahora está la estatua ecuestre a don Vicente Guerrero, se iba a la colonia del PRI, retornaba con rumbo a lo que ahora es Jacarandas, iba al centro nuevamente y otra vez a comenzar; la gente le llamaba el «circunvalación», después vinieron las combis a las que popularmente conocíamos como «pesera», no porque llevara peces a bordo, sino porque cobraban un peso a cada persona, y los microbuses, que también cobraban una cantidad similar; EL TRANSPORTE PÚBLICO DABA VUELTA POR LO QUE AHORA CONOCEMOS EL ZÓCALO, mero enfrente de lo que ahora es el Palacio Municipal, se encontraban los puestos de revistas; bastaba cruzar lo que era la calle del Ayuntamiento para llegar al sitio donde ya vendían los Vargas Giles y Mayares; ahí podíamos comprar El Libro Semanal, Lágrimas y Risas, Kalimán, Tamakum, Águila Solitaria, Tom y Jerry, el Diario de Guerrero, La Prensa, Novedades, El Heraldo de México y tantas otras revistas y periódicos que escapan a nuestra memoria; nuestros ancestros tenían una vida tranquila, la cual fue rota solamente por algunos sismos y demás terremotos ocurridos en tierras surianas, o por los nefastos gobiernos de Raúl Caballero Aburto y Rubén Figueroa Figueroa; la gente podía dejar abierta la puerta de su casa, ir a comprar a la tienda más cercana, ir al molino o sacar su sillón para descansar en «su» calle y no pasaba nada; lo niños salíamos a jugar canicas, trompos, baleros, encantados, agarradoras, a la pelota, al bat y hasta fútbol en plena calle y nada pasaba; todo era tranquilidad y hasta las familias, cuando menos cada fin de semana, salía a barrer y a regar las calles; sin embargo, ahora las cosas han cambiado; salimos a la calle, pese a estar asfaltada o pavimentada, es un verdadero desastre: bolsas de basura por aquí, por allá y en cualquier parte; como que ya no nos interesa tener nuestra calle, libre de porquerías; gobiernos van y vienen –hasta ahora, todos priístas –, pero seguimos en las mismas; tal vez, peor, pues ahora no podemos salir a las calles por la noche y hasta da miedo salir a trabajar, ante el temor de no regresar jamás; en aquellos años, los jóvenes iban a las únicas discos existentes: Sérpico’s Discotec y Le’Barón, de vez en cuando, a las tardeadas del Camino Real o en el Sindicato de Salubridad, cerca de la Alameda; NO HABÍA TANTA FALTA DE AGUA Y HASTA NOS DÁBAMOS EL LUJO DE TOMAR DIRECTAMENTE DE LA LLAVE A NUESTRO PALADAR, sin que nadie se enfermara y eso que aún no existía el complejo ese de Acahuizotla, pues todos nos surtíamos del agua que llegaba de Omiltemi; eso era en aquellos tiempos, cuando ni sabíamos nada del Internet, ni de los teléfonos celulares, ni nada por el estilo, pues eso solamente lo veíamos en las películas de ciencia ficción, con la figura de Santo, el enmascarado de plata, más cuando luchaba al lado de Blue Demon y luchaban contra las mujeres vampiro, el hacha diabólica o las momias de Guanajuato; en fin, nosotros no creemos que, luego del 30 de enero las cosas vayan a cambiar, ni que habrá tiempos mejores o que estaremos unidos por Guerrero; lo que sí esperamos que la inseguridad disminuya, que tengamos la libertad de salir a las calles como antaño, sin el temor de ser confundidos o de encontrarnos con alguna «bala perdida», aunque eso ya es pedir demasiado en un gobierno –que ahora sí –esperemos sea de transición y no de transacción… Y ¿quién es el que anda ahí? E-Mail: alfcerdenaresd@hotmail.com