miércoles, 5 de enero de 2011

Cultura/social

Feliz Año 2011
Apolinar Castrejón Marino
Pues ya acabaron los brindis, las fiestas y las celebraciones navideñas, y ahora que hemos entrado a otro año tenemos que afrontar una realidad que no es tan agradable como nos gustaría.
Esa expresión de que arrancamos una hoja más al calendario, puede significar más congoja que alegría, sobre todo para quienes tenemos mucha «experiencia acumulada».
Alguna vez nos ha pasado, que al mirar a otra persona de nuestra misma edad, pensamos...: «Seguramente yo no estoy tan viejo como él o ella, ni tan acabado o cansado».
Bueno a estos optimistas, les contaré una pequeña historia, que me hicieron llegar a mi correo electrónico.
«Mi nombre es Alicia y un día estaba sentada en la sala de espera del Odontólogo para mi consulta. Como no tenía más que hacer empecé a mirar los diplomas que había colgados en la pared, ahí estaba uno con su nombre completo».
«De repente, recordé a un muchacho alto, buen mozo, pelo negro, que tenía el mismo nombre, y que estaba en mi escuela, como 30 años atrás. ¿Podría ser el mismo chico al que yo admiraba secretamente?».
Me llamaron al consultorio, y cuando vi al profesionista, rápidamente deseché esos pensamientos. Era un hombre pelón y canoso, su cara estaba llena de arrugas y lucía muy viejo como para haber sido mi compañero de clase.
Él examinó mis dientes e hizo unas pequeñas maniobras, y cuando terminó, le pregunté discretamente si había asistido a la Escuela Matamoros de mi colonia.
Si ¡Sí! Contestó y sonrió con orgullo, y agregó que tenía recuerdos maravillosos.
Luego le pregunté: ¿Cuándo te graduaste?
Me contestó, en 1995. ¿Por qué me lo preguntas? Yo le dije: Porque entonces ¡tú estabas en mi grupo!
El me miró detenidamente y poco a poco su semblante se llenó de una alegría compasiva. En ese momento levantó el sillón reclinable, y al ver mi imagen en el espejo que tenía enfrente, advertí que yo estaba más arrugada, canosa y decrépita que él, pues yo había sido su maestra.

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