jueves, 10 de marzo de 2011

Columnas

Memorándum
Gerardo Ruano Cástulo

EL DILEMA DEL PRI.
Desde el PRI no parecen estar ocupados en la ruta de emprender un proceso de reconciliación con los “aguirristas”. Todo indicaría, que esperan montarse en la figura e imagen de su posible candidato a la presidencia de la república, el aún gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto. Esperando que el efecto de su candidatura arrase en el país, y obviamente en Guerrero, para lograr concretizar su venganza en contra de quienes habrían apoyado y votado por el jefazo Ángel Heladio Aguirre Rivero.
Efectivamente, todas las elecciones son diferentes. En muchas de ellas pesa mucho el arrastre que tenga el candidato. Pero de igual manera, la calidad de los liderazgos que lo respalden. Y en ese sentido, hay que decirlo, dentro de las razones que provocaron la derrota del PRI, es que aún se insiste en mantener vigentes figuras desgastadas y otras del pasado, que en nada le ayudaron a su candidato a la gubernatura.
Es cierto, el PRI logró una votación histórica. Pero la verdad irrefutable es que perdió las elecciones. Y fue de manera contundente. Lo que al final de cuentas, demostró que la fractura provocada por la designación del candidato tuvo repercusiones serias.
Se debe analizar, que el PRI perdió una elección que meses atrás tenía prácticamente ganada con las manos en la cintura. Eso es lo realmente importante. Por eso se impondría un proceso de reconstrucción fundamentado en la reconciliación, sobretodo, con aquellos que se fueron en apoyo al futuro gobernador del estado.
Sin embargo, desde la dirigencia estatal se han mandado mensajes de que se habrán de cortar cabezas. Esa decisión ha sido respaldada por diferentes actores políticos de ese partido. Lo que indica, que habrán de depositar todas las canicas en la figura que sea su candidato a la presidencia de la república. Por lo que, se estaría apostando a que la fractura se mantenga y con posibilidades de que ésta se abra a un más.
Y es que, no se puede olvidar, que una vez que asuma la gubernatura, Ángel Aguirre Rivero se habrá de afiliar al PRD, por lo que, cumpliría con su palabra de apoyar con todo al candidato a la presidencia de la república que postule ese partido. Más aún, conociendo la forma de trabajar y de operar del futuro mandatario, se impone que no descuidaría los municipios y los distritos, en donde seguramente se podrían postular candidatos afines a su proyecto y con el respaldo de la misma alianza que lo llevo al poder. Le echaría toda la carne al asador.
Con ese escenario, el PRI, aún llevando como candidato a Enrique Peña Nieto, no tendría un día de campo. De entrada en los municipios más grandes e importantes de la entidad, en donde la presencia de los partidos de izquierda y los amigos del gobernador es sumamente importante. Estaría en riesgo hasta la capital del estado, en donde nunca ha gobernado otro partido.
Ese es el dilema del tricolor. Ir a una contienda del 2012, con la misma fractura y en contra de todo el aparato gubernamental. O pactar con los aguirristas para resarcir la herida y buscar llegar con mayor fortaleza. Esa es la cuestión.
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